Cualquiera que escriba sabe que hablar de una madre no es fácil. Es una amalgama de recuerdos, traumas, sueños, cariño y decepciones. Ariana Harwicz toma todas estas cosas y las sublima, ofreciéndonos la historia de una madre y una hija que viven en medio de ninguna parte, alejadas de los vecinos. Ambas tienen una relación primitiva, oscura, visceral. Les gusta salir juntas y acostarse con hombres. Les gusta beber y disfrutar, pareciendo casi dos amigas antes que madre e hija.
Esta dualidad también puede llegar a sugerir la figura del Döppleganger, un doble fantasmal de nosotros mismos. En la novela, ambas mujeres son rubias y hermosas, carecen de una figura paterna y de un referente masculino, pero eso no quita para que no sufran por los hombres. De este sufrimiento nace un ansia de venganza que implicará a ambas mujeres. O tal vez a la misma.
Concebida como un monólogo interior, es cierto que La Débil Mental puede recordar al flujo de conciencia que veíamos en escritoras como Virginia Woolf, pero también a Joyce. No se trata de una novela lineal, sino que está compuesta de breves cuadros en los que nos hacemos una idea de la relación existente entre madre e hija a través de sus escenas cotidianas: ellas despertándose, sus conversaciones, el trabajo de la hija, las salidas a bares en las que bailar y beber es lo normal, etc.
No estamos, por tanto, ante una novela al uso. Aparte de estar compuesta de un crisol de imágenes breves, el lenguaje nos asalta en lo más íntimo, removiendo en el lector recuerdos de su propia infancia. Ariana Harwicz consigue perturbarnos y engancharnos a partes iguales, ofreciéndonos toda una experiencia tras la cual, no seremos los mismos. Deseamos que siga en esta línea durante muchas novelas más.