La decepción

Por Siempreenmedio @Siempreblog

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Fue en la adolescencia cuando comenzó a llenar su pequeña mochila de decepciones. Cada cierto tiempo caía alguna, una amiga que prefería ir al cine con otra persona, un novio que le mentía descaradamente para luego dejarla… Con el tiempo llegó a la conclusión de que lo más probable era que el problema partiera de ella misma. Daba mucho, siempre estaba para todos, y esperaba recibir algo parecido. ¡Gran error! Todo el mundo sabe que hay que dar sin esperar nada a cambio. Hay que estar dispuesto a todo por la familia, la pareja y los amigos, pero nunca, nunca, esperes un hombro donde apoyar la cabeza, una mano que agarrar, una persona a la que abrazar. No pretendas que la gente reaccione como tú esperas y, por supuesto, nunca pretendas que los demás puedan leer en tu mente y darte lo que necesitas si no lo has pedido antes porque hay muy pocas personas ­–casi ninguna- con la sensibilidad y el conocimiento sobre tu persona suficiente como para entenderte, quererte y arroparte como y cuando a ti te gusta.

A pesar de todas esas advertencias y de que el tiempo y las experiencias limaron sus aristas, ella seguía esperando y le pedía a amigos, amores y hermanos el 100 por cien. No era capaz de darse cuenta de que no podía dejar su felicidad en manos de los demás. Debía convertirse en la dueña de su propio bienestar y trabajar para construir sus ilusiones sobre sólidos cimientos, pues sólo así lograría disfrutar de verdad y plenamente de los desayunos sin compañía de los domingos.