La decisión de Tom

Publicado el 09 septiembre 2019 por Carlosgu82

El descenso

En el ataúd amortajado, limpio e impoluto, un cuerpo desarmado perecía, ¡Uno, ya no permanecía a este mundo! Sin comprenderlo ni entenderlo, estaba anonadado, es más, ni su propio nombre ya era recordado. No recordaba su muerte, no predecía su futuro, y una incertidumbre aterradora le iba a predecir algo terrible y oscuro. El ataúd vibró, se alarmó, y de la nada, el ataúd se abrió. Como una caja de cerillas, o una lata de conservas, el ataúd destripado ya no era lo que era.    Esa madera pulida, ese brillo alado, esa belleza oscura, ese muerto amortajado. Una mano gigantesca agarró a uno, lo arrastró hacia el mismísimo infierno, sin apenas preguntarle a uno. Él, dijo que todo lo hizo bien, que no hizo nada para merecer eso, que ese maldito infierno caluroso y tétrico, era causa de sus buenos hechos. Esa mano gigantesca, que sin pies ni cabeza, lo zarandeaba y elevaba, lo sentó en una silla, atado por nudos de cadenas y enganchadas a bolas oscuras, pesadas y tétricas. La mano desapareció, y la soledad se apoderó. Cincuenta años permaneció, y las uñas y la barba crecieron sin control. Cincuenta años de su muerte, en una silla  encadenado, uno permanecía inerte e inmóvil sin comprender lo que había pasado. Al día cincuenta y uno la mano resurgió, y de detrás de ella un demonio con cuernos y un olor a azufre zozobró. El hombre expectante no musitó palabra alguna, solo veía el discurrir de una mano exuberante y una bestia oscura. El demonio se acercó, y con el dedo índice le señaló el corazón. Uno miró el dedo, ennegrecido y de uñas afiladas, que se clavaban poco a poco en el corazón del encadenado. El demonio se lo arrancó, y estabilizándolo en una baliza lo colocó, junto con una pluma en el otro pesador. El corazón palpitante le arrebató a la pluma el prestigio, él había ganado, sus pecados le había encarcelado. El demonio victorioso, había ganado la partida, robándole el alma al encadenado, para toda la vida. Uno no lo comprendía, ya que no recordaba nada de su vida anterior, el demonio decía que era un castigo por toda su codicia y ambición. Era tan ostentoso y orgulloso en vida, que como castigo, el demonio le había arrebatado la memoria de su anterior vida. El encadenado, fijó su mirar en los ojos del demonio y una lágrima inesperada le inundó todo el rostro. El moribundo encarcelado, plegó por un recuerdo, ya que uno sabía inductivamente que uno no se merecía eso. El demonio sonriente aceptó esa oferta con airosidad, dándole al encarcelado un recuerdo que jamás iba a olvidar. El demonio se acercó y ofreciendo el recuerdo al encadenado, observó. Una casa ostentosa, un césped recién cortado, una familia perfecta, y un final trágicamente dramático. Eran las tres de la mañana y el encadenado se despertó, y observando a oscuras a su familia fue de habitación en habitación. Cogió una almohada y sin pensarlo dos veces presionó, cortando la respiración de un recién nacido, provocando su muerte por no llegarle la respiración. La siguiente habitación era más grande y espaciosa, una mujer enredada entre las sábanas, descansaba sin saber lo que le esperaba. El medio siglo se abalanzó, y con sus manos la asfixió. Los asesinatos fueron de su mujer y su hijo y a demás él mismo se suicidó. El demonio lo observó sonriente, y él no gesticuló, solo agachó la cabeza y lagrimeó. Las lágrimas se disiparon y al poco rato aminoró, y siguiendo al demonio, el encarcelado aceptó, que debía seguir caminando en las profundidades del infierno, con el demonio y el dolor.