Cada vez que aparece una potencia nueva, dos preguntas claves son: ¿cuántos tanques quiere tener? y ¿qué piensa hacer con ellos? Cuando la Alemania guillermina quiso entrar en la liga de las grandes potencias a comienzos del siglo XX, una de sus herramientas fueron los acorazados. Cuanto más tuviera, más fuerte sería y más caso le harían. El resultado fue que cuantos más acorazados tenía, más desconfiaba Gran Bretaña y más se arrimaba a Francia y a Rusia. Algunos en Francia y Gran Bretaña se dieron cuenta de que Hitler se había quitado el disfraz de cordero el día que descubrieron que la Alemania nazi se estaba rearmando. Ahora, en estos inicios del siglo XXI, el país cuyo armamento nos preocupa es China.
El pasado 31 de marzo, China publicó su Libro Blanco sobre la defensa nacional, que al momento se convirtió en un bestseller entre los analistas de defensa. Es la séptima edición de una publicación que desde 1998 viene siendo lanzada con carácter bianual.
Lo primero que se hace en estos documentos es presentar cuál es el estado de la situación en el que uno tiene que desenvolverse. El documento empieza diciendo que está “pacífico y estable” y que “la tendencia actual hacia la paz, el desarrollo y la cooperación es irresistible. Pero, la competición estratégica internacional y las contradicciones se están intensificando, los desafíos globales se están haciendo más prominentes y las amenazas a la seguridad se están volviendo más integradas, complejas y volátiles.” Por favor, que alguien me redefina los términos “pacífico” y “estable”.
La situación de seguridad en Asia-Pacífico es percibida como estable, con el desarrollo de intereses comunes y la persistencia del multilateralismo, uno de cuyos ejemplos que destaca es la Organización de Cooperación de Shanghai, creada en forma de escupitajo a EEUU. Nuevamente, el redactor del documento demuestra que su concepto de “estable” deja mucho que desear, porque escribe: “La situación de seguridad de Asia-Pacífico se está volviendo más intrincada y volátil.” Los problemas concretos que identifica son: la Península coreana; Afghanistán; las disputas sobre las demarcaciones de las aguas territoriales (no menciona nombres, pero es un tema que enfrenta a China con media Asia); el terrorismo y el separatismo.
El Libro Blanco también da pistas de que China considera que EEUU le toca las narices. Así, señala que “EEUU está reforzando sus alianzas militares regionales y aumentando su implicación en los asuntos de seguridad regional.” La lectura de esto es que EEUU está metiéndose donde no le llaman. La apreciación china resulta interesante. Otros países, como Singapur, consideran en cambio con preocupación que EEUU se está desvinculando de Asia.
Para todo el miedo que el ascenso de China suscita, el Libro Blanco fija unas prioridades que son básicamente defensivas: 1) Desarrollo pacífico de las relaciones con Taiwán. El movimiento a favor de la independencia de Taiwán es visto como separatista y como una amenaza al desarrollo pacífico de las relaciones entre China y Taiwán. El Libro apunta que “Un mayor progreso en las relaciones en los estrechos [se refiere al estrecho que separa China de Taiwán] se ve aún obstaculizado por algunos factores que lo complican.” A EEUU se le han llamado muchas cosas, pero lo que motejarlo de “factor que complica” me encanta; 2) La preservación de la integridad de China, que está amenazada por los movimientos secesionistas en Xinjiang y el Tibet; 3) Las suspicacias que China despierta y que ha llevado a un aumento de las interferencias exteriores. Este planteamiento defensivo y un poco paranoico me recuerda al de la difunta URSS.
Las Fuerzas Armadas se fijan unos objetivos acordes con las amenazas percibidas y añaden uno que me ha gustado mucho: “Mantener la armonía y estabilidad sociales”. Asumen algunas funciones que hacen pensar si no se habrán convertido en una ONG de ayuda al desarrollo y también otra un poco más ominosa: “Asumiendo el mantenimiento de la estabilidad social en su conjunto como una tarea crítica, las FFAA someterán con resolución todas las actividades subversivas y de sabotaje de fuerzas hostiles, así como las actividades violentas y terroristas.” Aunque, eso sí, lo harán conforme a la Ley y los dictados del Gobierno e imbuídos de la correcta ideología, porque el Libro también aborda el tema de la educación ideológica de los soldados. Si a alguien se le ocurre organizar un nuevo Tiananmen, que sepa que los tanques del Ejército van a estar allí para impedirlo.
Como toda potencia en ascenso, China aspira a tener unas FFAA flamantes y modernas. Se quiere sobre todo mecanizarlas e informatizarlas. También se quiere mejorar su logística, un aspecto en el que siempre han tenido carencias. Un poco más preocupante es que también quieren aumentar su capacidad de proyección, o sea que puedan dar leches fuera de su vecindario. Resulta interesante pensar que hay navíos chinos operando en el golfo de Adén y en la costa de Somalia para luchar contra la piratería. La última vez que barcos chinos se adentraron tan lejos de sus costas fue al comienzo de la dinastía Ming, en el siglo XV. Algo está cambiando.
China se propone conseguir la misma imbricación entre la industria militar y el mundo civil que existe en EEUU, de manera que los avances en tecnología militar reviertan en la economía civil. La idea parece brillante, pero que esperen a descubrir lo que es el lobby de la industria de la defensa.
Anticipándose a las críticas, el Libro Blanco afirma que el nivel de gasto se ha mantenido a un nivel razonable. El gasto en defensa ha pasado de representar el 8’66% del gasto estatal en 1998 a representar el 6’49% en 2009. Antes de congratularse porque la participación de la defensa en el gasto estatal haya descendido, hay que recordar que en esos 11 años la economía china ha crecido a un ritmo superior al 8% anual, o sea que ese 6’49% representa una cantidad mucho mayor que el 8’66% de 1998. La cantidad se divide en partes prácticamente iguales entre gasto en personal, en mantenimiento y en equipamiento. A título de comparación, EEUU gasta el 20% de su presupuesto en defensa. En términos globales EEUU es el país que más gasta en defensa con 663.000 millones de dólares. China viene en segundo lugar con 99.000 millones, un 15% de lo que gasta EEUU. Si comparamos el gasto con el PIB, vemos que China gasta en defensa el 2% de su PIB. Hay 49 países en el mundo que gastaron en 2009 proporciones de su PIB mayores que la de China. O sea, que hay que reconocer que el gasto en defensa de China es comedido.
China ha aprendido de la experiencia histórica que una potencia en alza no debe asustar demasiado. La parte final del Libro Blanco está dedicada a resaltar lo pacífica y bondadosa que es China. Así, recuerda que China tiene firmado desde 1993 un Tratado con la India para no darse capones en la frontera, que concluyó en 1996 y 1997 Acuerdo de medidas de confianza y para la reducción de la presencia de fuerzas militares en la frontera con Kazajstán, Kirguizistán, Rusia y Tayikistán, que en 1998 firmó un Acuerdo fronterizo con Bhután en el que le aseguró que no le pasaría lo mismo que al Tibet (bueno, eso no lo dijo explícitamente, pero se sobreentiende), que tiene acuerdos fronterizos con Rusia, Mongolia, Kazajstán, Kirguizistán, Birmania y Vietnam. Espléndido, pero la cuestión es que hoy en día China mete más miedo a sus vecinos en el agua que por tierra.
El Mar del Sur de China es hoy en día un semillero de disputas territoriales. Hay islas como las Spratleys que parecen que fueron puestas allí exclusivamente con el fin de que los Estados de la región se den de tortas por ellas. El Libro Blanco recuerda que China respeta escrupulosamente el Derecho del Mar y recuerda los acuerdos que tiene con países como EEUU, Vietnam o Japón. Leyendo entre líneas, se advierte que esos acuerdos son muchos menos omnicomprensivos que los relativos a las fronteras terrestres.
El Libro Blanco recoge todas las iniciativas multilaterales de seguridad en las que participa China: la Organización de Cooperación de Shanghai, ARF, ASEAN + 1, ASEAN + 3, ASEAN Defense Minister’s meeting Plus (ADMM+), Diálogo de Seguridad y Defensa China-ASEAN y Diálogo de Shangri-La. Sospecho que esta proliferación de iniciativas de defensa y seguridad tiene como fin tener a los estamentos militares de los países tan ocupados, que nadie tenga tiempo de preparar una guerra.
En resumen, se trata de un documento equilibrado y sensato que se parece a un bikini: revela mucho, pero nos oculta los detalles que más nos interesan.