Cuando un partido se alía con asesinos y equipara a las víctimas del terrorismo con las supuestas víctimas de la lucha policial es que ha alcanzado un nivel insoportable e indigno de degradación humana y moral.
El detonante del sucio espectáculo vivido en el Parlamento de Vitoria ha sido la intervención del portavoz de EH Bildu en el debate, Julen Arzuaga, que ha tildado de “nazis”, "genocidas", “franquistas” o “asquerosos” a los representantes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado (FSE) que seguían el desarrollo de la sesión y que de forma previa habían denunciado la aprobación de la ley por ser "una burla al Poder Judicial, a las FSE y al conjunto de la ciudadanía, que han sufrido durante décadas la lacra del terrorismo de ETA".
A nadie con cerebro puede extrañarle la actitud miserable de BILDU porque sus miembros son los herederos políticos y morales de los pistoleros aterras, pero si impresiona, indigna y asquea que el PSOE y el PNV, dos partidos en teoría democráticos y respetuosos con la Constitución, den su apoyo a una ley que denigra no sólo a policías y guardias, sino a toda la lucha de España contra aquella banda de asesinos vascos que asesinó a 800 personas y que llenó la tierra vasca de odio, cobardía y dolor.
No ha podido ser más traumático y sucio el debate en torno a la polémica Ley de Abusos Policiales, que ha sido modificada en relación a la normativa original de 2016, tras el recurso que presentó el Gobierno de Mariano Rajoy ante el Tribunal Constitucional, intentando salvar su legalidad. La norma, que desde hoy reconoce a las víctimas de abusos policiales cometidos en el País Vasco entre 1978 y 1999, ha sido aprobada con el voto a favor del PNV y el PSE, socios de gobierno, y gracias a la abstención de EH Bildu y Podemos. El PP se ha posicionado en contra del texto, el cual, según advierte, sigue vulnerando la Constitución a pesar de las modificaciones introducidas para tratar de superar el filtro judicial.
Los militantes y simpatizantes socialistas con principios y respeto a la legalidad que queden en España deberían reflexionar ante lo ocurrido y cuestionarse su pertenencia a un partido que, a todas luces, ha perdido el norte ético y que lo sacrifica todo a cambio de los votos que Pedro Sánchez necesita para gobernar.
Francisco Rubiales