La delicada misión del capitán Andrés Batista

Por En Clave De África

(JCR)
El Capitán Andrés Batista llevaba días planificando la operación militar especial que debía llevar a cabo en la mañana del 24 de julio de 2011 a las afueras de Goma, en la República Democrática del Congo. Su superior, el comandante Rodríguez, del contingente uruguayo de la MONUSCO –nombre que lleva la misión de Naciones Unidas en este país africano- se la había encomendado hacia una semana y no se había dejado ningún detalle al azar. Lo delicado de la situación lo requería.

A las once de la mañana, el Capitán Batista miró su reloj y subió al coche que le esperaba con el conductor y sus dos guardaespaldas. Estaba previsto que la operación se ejecutara a las doce del mediodía, con toda exactitud. El vehículo blanco con el emblema de Naciones Unidas salió del acuartelamiento militar uruguayo y enfiló la carretera que pasa por el centro de la ciudad hasta que, cuando llevaban recorridos unos diez kilómetros, se encontraron a las afueras y continuaron en dirección Este. Había estudiado en su mapa el emplazamiento del lugar a donde se dirigían y, cuando pasaron las primeras colinas, tomaron una carretera secundaria hacia la izquierda. Había que disminuir la velocidad y andar con mucho cuidado porque entraban en una zona donde la carretera estaba plagada de baches y pedruscos que podían dar al traste con la delicada carga que llevaban a bordo. No podía haber ningún fallo que diera al traste con el plan tan cuidadosamente trazado durante días.

Finalmente, llegaron a su destino. Todo estaba perfectamente coordinado. Allí, en el centro Boscolac, al borde del lago Kivu, se encontraron con 85 niños, todos ellos vestidos con sus equipaciones de fútbol, preparados para iniciar los tres últimos partidos de segunda división de la Copa María Auxiliadora. Al frente de ellos estaba su entrenador, el hermano salesiano español Honorato Alonso, quien les recibió con la mejor de sus sonrisas. Tras bajar del vehículo pick-up, el capitán Batista le hizo el saludo de rigor e inmediatamente salieron del remolque sus dos subordinados armados de sendos fusiles y portando cuidadosamente una gran tarta sobre un soporte de dimensiones adecuadas. La tarta era blanca y estaba decorada con las banderas de Uruguay y de la República Democrática del Congo, cuyos colores brillaban en franjas de mermelada y confituras variadas que hicieron que los ojos de los jugadores que pudieron ver aquella maravilla se abrieran como platos, y nunca mejor dicho.

A continuación comenzaron los partidos. Los “16 Fantásticos” se enfrentaron a “Juegos del Cielo”, “Bromas Aparte” jugó contra “Fuerza de Choque”, y “Emo Sport” la emprendió contra “Uagadeugu”. Los jugadores de estos equipos tenían todos ellos entre 9 y 14 años. Eran los seis finalistas de un total de 81 equipos que habían comenzado este campeonato el pasado 10 de marzo bajo la coordinación del hermano Honorato. Ganaron “Juego del Cielo”, “Bromas Aparte” y “Uagadugu”. Tras un baño en el lago, todos los futbolistas, con una gran deportividad, celebraron el acontecimiento dando buena cuenta de la tarta que – maravilla de las maravillas – llegó para que todos tuvieran un buen trozo y aun sobró para invitar a 27 chavalillos del barrio que habían venido para presenciar aquellas finales.

Entonces, el capitán Batista saludó a todos los presentes con su mejor sonrisa y los muchachos le desearon que Uruguay ganara la final de la Copa América aquella tarde. Y tras comprobar que todo estaba en orden, se subió al coche de la MONUSCO y regresó a su cuartel con la satisfacción del deber cumplido, deseando que ojalá todas las misiones que les encomendaran fueran así de bonitas.