La delicadeza

Publicado el 21 octubre 2011 por Sfer
Nathalie era más bien discreta (la suya era una feminidad suiza, por así decirlo). Había atravesado la adolescencia sin tropiezos, respetando los pasos de cebra. A los veinte años, el porvenir era para ella una promesa. Le gustaba reír, y también leer. Dos ocupaciones que rara vez podía simultanear, pues prefería las historias tristes. Como, a su juicio, su inclinación literaria no era lo bastante marcada, decidió estudiar Económicas. Pese a su aire soñador, no se identificaba ni con la imprecisión ni con la imperfección. Pasaba horas observando curvas sobre la evolución del PIB en Estonia, con una extraña sonrisa en los labios. Justo cuando la vida adulta se anunciaba ya, a Nathalie empezó a darle a veces por pensar en su infancia. Instantes de felicidad reunidos en unos pocos episodios, siempre los mismos. Corría por la playa, se subía a un avión, dormía en brazos de su padre. pero no sentía nostalgia ninguna, jamás. Lo cual era bastante extraño, llamándose Nathalie.*
* Las Nathalies demuestran una clara tendencia a la nostalgia.
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Así arranca La delicadeza, de David Foenkinos (ed. Seix Barral).
Tan solo hizo falta una frase de mi hermana ("si hicieran una película de este libro, sería como Amélie") para convencerme de que debía leerlo. Coincido con ella (y por lo visto, no solo yo, pues la película ya está en camino y Audrey Tatou será la protagonista).
Cometí el error de leer la contracubierta antes de empezar (no lo hagan, de veras...). Sé que últimamente parezco una comercial de Seix Barral, pero qué quieren que les diga... con este van tres de sus libros este año que seguramente se colarán en mi top ten del 2011.