La democracia de Schumpeter y la revitalización de la política

Publicado el 15 septiembre 2010 por Julianotal @mundopario


Joseph Schumpeter fue un economista conservador y elitista. En 1942 publicó Capitalismo, socialismo y democracia en la cual hacía una crítica rigurosa del orden democrático. Estimaba que la democracia a diferencia de lo que se cree era meramente procedimental : suele creerse que en una democracia el electorado define y decide las controversias primero y designa después a un conjunto de representantes para que se ocupen de implementar tales decisiones. Sin embargo, en la práctica las cosas nunca suceden así, sino que la secuencia se invierte: primero se elige a los representantes y son éstos quienes luego se encargan de resolver las controversias y de tomar las decisiones. Es decir, el abanico de posibilidades de elección para el ciudadano es limitado e impuesto. Como dice Ska-p en “Ni fu ni fa”: “democracia que se convierte en banalidad”.
La obra crítica de Schumpeter se realizó a fines de la década del 30, frente al pleno ascenso del fascismo y el comunismo mientras la democracia parecía evaporarse. No obstante, este defecto del sistema democrático se pudo apreciar notablemente ante los gobiernos neoliberales que dominaron la escena latinoamericana durante los noventa, subordinados al Consenso de Washington. Los vicios que denuncia Schumpeter, esta especie de mercantilización de la política, lo podemos aún encontrar entre aquellos resabios admiradores del Menemato:
“los partidos actúan como empresas que les ofrecen sus productos a ciudadanos que se comportan como si fueran consumidores que, en este caso, no disponen de dinero sino de votos. Pero en la óptica schumpeteriana no se trata de un mercado de competencia perfecta sino oligopólica, tanto por su alto grado de concentración como por la medida en que, inevitablemente, las preferencias del público acaban siendo siempre manipulados”. (Nun, J. Democracia. ¿Gobierno del pueblo o gobierno de los políticos? Buenos Aires: FCE, p. 25)
Si Schumpeter se indignaba por esa desvirtualización de la democracia, fue porque no supo en lo que se convertiría luego, con pseudo políticos de discursos vacíos y oportunistas que en vez de apoyarse en intelectuales apelan a asesores de imagen.
Ante esta limitación donde el pueblo sólo tiene la oportunidad de aceptar o rechazar a los hombres que han de gobernarle, se puede comprender el retroceso de la política durante los noventas, la falta de participación activa, el malestar vago y la indiferencia de gran parte de la sociedad que ahora toma conciencia de los nuevos vientos y de la amenaza latente de aquellos “proyecto de políticos” como son estos empresarios o ex deportistas que apelan al marketing y al derroche de proclamas incoloras.
Ahora, recordemos las cuatro condiciones que planteaba Schumpeter para el éxito y comparemos con un gobierno pro- schumpeter, pro-gobierno de los políticos, pro- noventas, el de Macri en la Ciudad de Buenos Aires:
-La profesionalización de la política, es decir, evitar la corrupción de los dirigentes. “el material humano de la política debe ser de una calidad suficientemente elevada”. Ni una cosa ni la otra, Macri reniega del político clásico, pretendía gestionar a la ciudad como si fuera una empresa. Así estamos: espionaje para obtener ventajas económicas, negociados inmobiliarios entre amigos, tercerización de servicios, pobre compromiso político de alguien que nunca militó, es y será un empresario y piensa como tal.
-La conveniencia de excluir del campo de las decisiones políticas a una cantidad de asuntos que es mejor poner en manos de especialistas. Schumpeter apelaba a la honestidad de los políticos: “el poder del político para designar el personal de los organismos públicos no políticos, si lo emplea de una manera descarada a favor de sus parciales, bastará a menudo por sí mismo para corromperlo”. Ingenuo Schumpeter, que no lo fuera así sería una excepción.
-A un gobierno democrático le es indispensable contar con “los servicios de una burocracia bien capacitada que goce de buena reputación y se apoye en una sólida tradición”.
-La autodisciplina democrática, que supone un respeto absoluto por la ley y un alto grado de tolerancia hacia las diferencias de opinión por parte de la ciudadanía.
Este mero simulacro de régimen democrático lo padecimos mucho tiempo. Fue deliberadamente planeado con las dictaduras cívico -militares que se establecieron en Sudamérica durante los setenta a partir de la desaparición sistemática de personas (nuestra materia mental, los militantes comprometidos), sembrando el miedo y el terror, el “no te metás”. Estas dictaduras allanaron el camino para la desmantelación del Estado de Bienestar. Volvieron las urnas, pero no la politización de la sociedad. El pueblo, devenido en gente, sólo cumplía en votar y luego resignarse a aceptar lo que le ofrecían. Los medios de comunicación se encargaron de difundir espejitos de colores para terminar de legitimar el neoliberalismo. El ciudadano, devenido en consumidor, no tiene de qué preocuparse, sólo tiene que comprar mierda.
Pero Schumpeter no conoció un fenómeno latinoamericano como el populismo, (y si lo hubiera conocido diría que eso no es democracia, sino dictadura). Es decir, desde el infértil sistema democrático, de su farsa, salieron líderes que giraron el sentido a la palabra, la revitalizaron. Estos nuevos aires que corren en Latinoamérica son resultado del compromiso político de una gran parte de la sociedad que no estaba representada y sólo se limitaba a colocar el sobrecito en la urna cada cuatro años. Estos gobiernos reinterpretan a sus gobernados, son resultado de las necesidades equivalenciales (de la gente, devenida en pueblo) como diría Laclau. Estos gobiernos alientan la militancia y la defensa de un modelo nacional y popular. La defensa de una verdadera democracia participativa.