Dos exponentes de la república bananera, vergüenza de Latinoamérica y del mundo civilizado en general; D. Nicolás, que no roba más que la oposición, y el Sr. Morales, cuya potencia sexual es suficiente para repoblar la mitad del país que gobierna, o eso dice él mismo. Chándal y camisa de sport, como corresponde a líderes progresistas, de esos que ejercen un populismo disfrazado de democracia y que hace gritar al pueblo amarrado a su carro el famoso vivan las cadenas. La revolución bolivariana, que llega a encontrar apariciones de Chávez en las excavaciones del metropolitano en Caracas sin que nadie se ponga ni siquiera colorado, y que llevó a este país a un 48% de inflación anual el pasado ejercicio, ahogando las economías de los mismos humildes que pretende defender, se alza contra el imperialismo estadounidense en el que no solo los políticos viven bien. La corrupción generalizada occidental es el menos perverso de los sistemas de gobierno, porque el utilizado por los carismáticos líderes que defienden a su ciudadanía se parece peligrosamente al maquiavélico principio de por el pueblo, para el pueblo pero, tristemente, sin el pueblo.