La democracia islámica.

Publicado el 04 marzo 2011 por Englishman @englandcourant
Hablando con un buen amigo sobre el cariz que estan tomando las revueltas en el magreb y en el mundo árabe, apuntamos ambos nuestro pesimismo sobre la resolución de dichos conflictos. La prensa, los gobiernos y la opinión pública occidental -en un principio cauta- ha comenzado a echar las campanas al vuelo al tildar las revueltas de democráticas. Pero no creo que las revueltas tengan un componente democrático sino más bien libertador. Quien más o quien menos hemos visto a muchos luchadores por la libertad terminar en el trono que otro libertador dejaba vacante, ya sea en Oriente Medio, Próximo, Extremo o de más allá. Pero la realidad es bien distinta. La democracia necesita una receta muy fina y muy caprichosa para asentarse. Es un plato que se cuece a fuego lento basado en una alta alfabetización, un nivel decente de desarrollo económico e industrial que permita el afianzamiento de una clase media suficiente y significativa. Por lo que se descartan las oligarquías exportadoras de materias primas. Tras ello, se necesita una alfabetización y conciencia de que es más importante el proceso que el resultado, que todas las facciones, partidos, tribus cedan en pro de un bien común, dejando las viejas vendettas a un lado.Otro ingrediente es la necesaria marginación de ciertos sectores de la vida política, como la religión y el ejército. Sin este proceso las revoluciones pseudo democráticas derivarán en regímenes teocráticos o bonapartistas.El proceso lento y tortuoso de implantación de la democracia lo hemos vivido en España desde la revolución de Cadiz de 1812 hasta la transición a la democracia de 1975-1981. Lo estamos viendo en los regímenes iberoamericanos que están superando -en mayor o menor medida- la dependencia del ejército para establecer una estabilidad política basada en la periodicidad de procesos electorales y en la alternancia pacífica de partidos como ha sucedido en Chile, Brasil, México o Colombia. Pero tras de ellos ha habido más de 200 años de fracasos que han ayudado a cimentar una voluntad cada vez más pactista.Es más, el proceso democrático es un proceso de construcción nacional donde la ayuda internacional ha brillado por su ausencia en la mayor parte de los casos. SM El Rey tuvo que venderse en más de una ocasión para obtener el respaldo de líderes muy escépticos como Gircard d'Estaing. España estuvo muy sola en su proceso democrático y el mayor apoyo vino de la cautela de Estados Unidos y de la socialdemocracia alemana que fomentó el abandono del marxismo por parte del PSOE.Las revueltas árabes poco o nada tienen que ver con un proceso de construcción democrático, que suelen ser más bien silenciosos. Ya que no han desterrado el papel capital que tiene el ejército o la religión. Lo hemos visto en el caso del rais egipcio, que no cayó hasta que el ejército le retiró su apoyo. También hemos visto en la revuelta egipcia el papel determinante que tuvieron los Hermanos Musulmanes a la hora de movilizar a la oposición en las calles.Por eso creo que los periodistas y la opinión pública pecan de optimista al vislumbrar el establecimiento de regímenes democráticos y participativos en el Oriente próximo y medio. Lo más probable es que veamos la sustitución de un líder por otro o por una junta militar que desembocará en otro caudillismo.¿Y occidente? Será, como siempre, la gran culpable, la egoísta, la responsable del fracaso de la democracia en los países árabes.La existencia de occidente supone una suerte para el observador que puede volcar sobre la UE o Estados Unidos toda la responsabilidad, obviando que la falta de democracia en estos países es responsabilidad única de sus sociedades. Es cierto que ciertos países occidentales fueron la causa del establecimiento de sociedades atrasadas y divididas por el colonialismo, pero de ahí a reclamar la responsabilidad por el auge de determinados líderes hoy en día va un trecho, sobretodo en el caso libio donde el país no tiene ni siquiera una estructura estatal.
Por ello creo que la opinión pública europea exige demasiado de sus gobiernos. Les exige que cuide de sus intereses nacionales, de los ajenos y todo eso fomentando la democracia. Eso sí, el ciudadano que en una conversación critica la política exterior occidental, en otra critica el alza del precio de los carburantes.