Asustados ante el ascenso inicial de VOX, que parecía imparable, las izquierdas, con la complicidad cobarde de algunos partidos de derecha, lo sentenciaron a muerte. Le han acusado de casi todos los males y le han atribuido mentiras sonrojantes, como aquellas de que es un partido de extrema derecha, que quiere acabar con la Constitución, que piensa arrebatar sus derechos a las mujeres, que quiere llenar España de pistolas y hasta que quiere provocar una nueva guerra civil.
Esa indecente catarata de mentiras y agresiones, desplegadas para destruir al partido, ha sido acompañada de un boicot mediático sin precedentes, que ha silenciado a VOX y le ha impedido explicarse y defenderse, lo que hace todavía más sucia y vil la agresión.
De nada le ha servido a Santiago Abascal, líder de VOX, denunciar la demonización de VOX y el haber intentado aislar y aplastar a su partido, a través del "Todos contra VOX" y de crear dos bloques en España: VOX y el resto de los partidos.
La verdad ha sido ocultada cuidadosamente y los medios de comunicación han colaborado en esa operación de acoso y derribo. Nadie ha dicho que el comportamiento de VOX durante las dos campañas electorales ha sido ejemplar, pacífico y sumamente educado, sin haber protagonizado ni un sólo acto de odio o de violencia. Ni tampoco se ha dicho ni condenado que las turbas de jóvenes encuadrados en las izquierdas si han roto mítines y repartido golpes para boicotear actos de VOX.
Tampoco se ha dicho que donde existen auténticas violaciones de la Constitución, intentos de golpe de Estado, extremismos contrarios a la democracia y donde se concentra el peligro para España no es en VOX, un partido que sólo quiere reformar y enderezar, pacífica y democráticamente, los males de la nación, claramente señalados en su programa, sino en Unidas Podemos, BILDU y los independentistas que han sostenido el último gobierno de Pedro Sánchez y que ahora siguen fraguando alianzas con el PSOE para participar en el próximo gobierno de la nación, de autonomías y ciudades.
El poder político español, unido al mediático, gran parte del cual está claramente sometido, ocultan la verdad de que el independentismo catalán y BILDU son las formaciones que de verdad agreden la Constitución y constituyen claramente una extrema izquierda y un nacionalismo agresivo, supremacista, xenófobo, golpista y violento que en cualquier lugar de Europa seria condenado por los jueces y expulsado de la lucha democrática, pero que en España es mimado y cortejado por Pedro Sánchez y su partido, que probablemente los necesiten para gobernar.
VOX es hoy la víctima de una conspiración antidemocrática y llena de vileza que en España se oculta y se niega, gracias a la capacidad de bajeza que han alcanzado los partidos corrompidos y a que la mayoría de los grandes medios, sobre todo la influyente televisión, silencian y esconden tamaña vileza.
El gran pecado de VOX, por el que ha sido condenado a morir, es haber planteado en su programa las grandes verdades que los viejos partidos españoles han declarado "tabú" y quieren mantener ocultas: la sangría económica y moral que representan las autonomías, el desorbitado tamaño de un Estado que está tan lleno de parásitos que es casi imposible de financiar, la innecesaria abundancia de impuestos, claramente injustos y abusivos, el descontrol de la inmigración, que permite la entrada de ilegales sin ser filtrados, muchos de ellos para delinquir y vivir de los subsidios, sin integrarse ni trabajar, la injusticia y os desequilibrios que se esconden detrás de una ideología de género que aplasta al varón y eleva a la mujer por encima de la igualdad que proclama la Constitución, la necesidad de proteger a la familia, el peligro grave de que España se desintegre, ante la permisividad de los grandes partidos frente a las agresiones del independentismo golpista, que además de haber infectado Cataluña amenaza con convertir en avisperos de odio al País Vasco, Navarra y otros territorios, y un largo etcétera de abusos de poder e injusticias que van desde el despilfarro al endeudamiento atroz, son olvidar la financiación de los partidos con dinero público y una permisividad nauseabunda frente a la delincuencia política y una corrupción que ha convertido la democracia española en una inmensa cloaca.
Esperemos que la ciudadanía reaccione frente a las conspiraciones y falsedades del poder y que la verdad sobre España se abra camino y termine resplandeciendo.
Francisco Rubiales