La depresión

Publicado el 06 abril 2011 por Mario

Dado que me encuentro con gente que se mantiene fiel al blog y no ha huido al facebook o al twiter en busca de emociones más fuertes, creo que os lo debo... También escribo esto para aportar mi parte a todo el que pudiera pasar por un proceso similar: que se evite los errores que yo cometí y se restablezca cuanto antes.

Llevaba muchos años sin pisar la consulta de un médico hasta que hace ya bastantes meses, acudí aquejado de un cuadro ansioso recurrente. Ya había padecido una crisis de ansiedad hace años e intuía por donde iban los tiros. Sin embargo, el diagnóstico en esta ocasión, fue el de depresión. Una serie de errores continuados habían convertido mi carrera laboral en un completo desastre en el que ya solo trabajaba para tapar las deudas generadas. Por algún oscuro vericueto, que aún trato de dilucidar, mi consciente se negaba a encajar la derrota y me mantenía como aquel que intenta vaciar el mar a base de cubos. Cuando acudí al médico estaba al borde de la extenuación y dado que no me era posible tomarme un periodo sabático me endosó el clásico coctel de antidepresivos y ansiolíticos con que se tratan estos casos en la sanidad pública.

Los efectos de tal lobotomía química fueron devastadores para mi cabeza. Digan lo que digan, el prozac, la paroxetina o cualquier otro inhibidor de la reabsorción de la serotonina tienen efectos secundarios muy desagradables: sudores,vértigos, anorgásmia y sobre todo una tremenda pérdida de concentración. Te dicen que tarda un par de semanas hasta que empiezan a notarse los efectos y que en los primeros días puede avivar los síntomas depresivos y así es. Uno tiene fe en la medicina pero reconozco que la salud mental es algo demasiado complejo como para tratarse en diez minutos de consulta del médico de familia. Lo peor es que se trata de la solución única y estandarizada que está dando la sanidad pública a estos problemas cada vez más recurrentes.

Además el, llamémosle, prozac me provocaba episodios maniacos que sufrieron varias personas cercanas y que aún me asombra que no me retiraran la palabra. Leía en foros historias de personas que habían tenido que tratarse con antidepresivos durante años y me desesperaba. Hice algún intento de desengancharme del tirón y descubrí otra gran mentira: resulta que sí provocan adicción, de manera que la retirada ha de ser gradual para no sufrir un cuadro de vértigos y ansiedad de no te menees. En mi caso, aproveché unos días de viaje a Asturias, después de varias semanas de disminuir progresivamente la dosis, para completar la desintoxicación.

El caso es que bastante desesperado, acudí a la consulta de una psicoterapeúta que comenzó a indagar en las causas de la depresión y sobre todo fue capaz de ayudarme a romper el bloqueo que me aquejaba a la hora de tomar decisiones. Desde el primer momento se mostró bastante contraria al tratamiento químico que solo hace (en el mejor de los casos y para nada en el mío) ocultar los síntomas. Había que rastrear las causas que escondía mi conducta y subirme el ánimo. Debo decir que acudir a terapia ha sido la decisión más inteligente que he tomado en todo este proceso porque además me está ayudando en una tarea que hasta ahora me resultaba risible llamada crecimiento personal. Estoy aprendiendo a conocerme y a desarrollar estrategias a la hora de combatir el desánimo y la tristeza. Mi terapeuta es la que me está enseñando a interpretar el mensaje que me quieren trasmitir áreas de mi psique bastante remotas y sin cuya comprensión lo único que habría logrado sería parchear mi existencia.

Ocurre con la depresión que no es como romperse una pierna que a nadie se le ocurriría pedirte que corras. Son frecuentes y bienintencionados los consejos del tipo “anímate, hombre” y resulta muy complicado explicar el grado de parálisis que te afecta a alguien que no ha estado ahí. Hablar con personas que han superado una depresión es otra de las recomendaciones que puedo dar.Sentirse comprendido cuando ni siquiera tú eres capaz de explicarte.

A día de hoy me encuentro bastante mejor. Mi cabeza se va recuperando del tsunami de tristeza que la inundó el año pasado y con la ayuda de familia, amigos y mi terapeuta voy andando en la dirección de recuperar una alegría que había desaparecido por completo. Es un proceso lento y notan lineal como me gustaría pero es un proceso: Ya no siento que mi existencia se encuentre estancada y hay días que vislumbro cierta felicidad. Entiendo ahora más que nunca la frase de J.S. Bach cuando imploraba a dios que no permitiera que perdiera su alegría.