¿La depresión es contagiosa?

Por Blasramon

Espero que los contenidos sean de tú interés.

Para el Dr. Yapko, de California, la depresión es contagiosa porque es una enfermedad social. Es decir, la enfermedad se propagaría a través de nuestras relaciones conflictivas en la interrelación con los demás. No se trata, ni mucho menos, de un planteamiento inoportuno o impropio desde el punto de vista clínico. Las razones para caer en un estado depresivo son muy variadas. Algunas personas sufren depresión cuando experimentan un acontecimiento emotivo negativo de importancia en sus vidas, como la muerte de un familiar, perder el trabajo o terminar con una relación amorosa; otras desarrollan la enfermedad con o sin concurrencia de los factores anteriores,como consecuencia de agentes genéticos y hormonales, uso de ciertas medicinas o abusos de sustancias tóxicas o comorbilidad con otras enfermedades como el Alzheimer, cáncer, diabetes, etc. Y como no, de vivir aislados o estar desconectados de la realidad circundante. De hecho, las circunstancias sociales pueden transformar nuestros circuitos mentales tanto como la medicación.


El estado de ánimo de las personas influye en el de los que le rodean. La felicidad es un estado mental gratamente contagioso. Relacionarse con personas animadas y optimistas suele ser un buen antídoto contra la depresión, o repercute favorablemente en su tratamiento. En general las personas con un buen estado de ánimo tienen un casi nulo riesgo de contagiarse de depresión. En cambio,otros tipos de personas el riesgo de contagio se relaciona directamente con el concepto de vulnerabilidad cognitiva, o forma de pensar y responder negativamente ante los elementos y situaciones estresantes. Esta "vulnerabilidad cognitiva" es un factor de riesgo para la depresión tan potente que se puede utilizar para predecir qué individuos son propensos a experimentar un episodio depresivo en el futuro, incluso si nunca han tenido depresión antes.

La vulnerabilidad cognitiva se desarrolla y afianza durante la adolescencia temprana, permaneciendo más estable durante la edad adulta. Es en esos momentos de las grandes transiciones, cuando los entorno sociales están en proceso de cambio, que la vulnerabildad cognitiva se presenta como más "contagiosa".

Uno de los componentes de la vulnerabilidad cognitiva consiste en la percepción que tiene la persona de no poseer suficiente control interno y externos sobre los peligros. Este estado favorece que otras personas sean propensas a "atrapar" este estado cognitivo, desarrollando a su vez mayores niveles de vulnerabilidad cognitiva. El efecto de este contagio abre la posibilidad de que esas personas se muevan al filo de la depresión. La realidad de esta enfermedad a día de hoy nos indica que, por cada persona sometida a un tratamiento por depresión hay, por lo menos, cuatro sin tratar. Y cada depresión sin terapia afecta o alcanza, como mínimo, a otras tres personas. La depresión, en consecuencia, hay que considerarla en su contexto más amplio, comprender que se desarrolla en un mundo más poblado en el que, sin embargo, mucha gente se muere, literalmente, de soledad.


El hallazgo de esta posibilidad de contagio de la depresión, algunos investigadores (Haeffel y Hames),vienen sugiriendo que el ese contagio puede ser aprovechado para ayudar a tratar los síntomas de la depresión. La utilización del entorno social como parte de la intervención, ya sea como complemento de las intervención cognitivas existentes o como una intervención independiente que supera el espacio intrapsiquiátrico (de los tratamientos ceñidos a la consulta médica), se convierte cada vez más en recursos de indudable valor terapéutico. Establecido está que la vulnerabilidad cognitiva tiene el potencial de aumentar o disminuir con el tiempo en función del contexto social, y es sobre su plasticidad y no sobre su inmutabilidad sobre la que debe centrarse la intervención terapéutica.