Existe en España una corriente renovadora de ultraderecha que trata de romper con la herencia y la simbología falangista procedente del franquismo. Es esta nueva ideología fascista la que entraña mayor riesgo de crecimiento. Lo estamos viendo ya. Su argumento populista, cuyo objetivo es la renovación ideológica de la extrema derecha en España sirve de cobijo a muchos nostálgicos nacionalsindicalistas.
Es verdad que su propuesta no tiene un discurso atractivo; se basa exclusivamente en los valores de la familia, el problema de la inmigración y la unidad de España, ahora amenazada por el proceso catalán. Pero su verdadera estrategia es la de hacer creer que rompe con el franquismo y el falangismo, consciente del desgaste que estos símbolos presentan a día de hoy. VOX pretende proyectarse ante la sociedad como la respuesta liberal de derechas frene al auge de Podemos e incluso de Cs. Aprovechando sobre todo el conflicto catalán, está reavivando a la ultraderecha española. VOX aprovecha esta crisis para ampliar su base electoral, especialmente mediante su entrada en causas judiciales contra los líderes del proceso independentista.
Esta nueva extrema derecha avalada por una transformación discursiva e ideológica; xenofobia populista e identitarismo nacional, sitúan además y de manera explícita a la migración como problema y amenaza tanto para el desarrollo social y económico, como para la conservación de la cultura y la identidad nacional.
Las formaciones xenófobas continúan intentando encontrar ese espacio de confluencia en el que aunar sus fuerzas, a pesar de sus diferencias ideológicas y el PP se ha sumado a ellas. Consiguiendo introducir en el debate público el tema que mejores resultados está dando a la ultraderecha en Europa: la inmigración. No obstante, el conflicto catalán es un elemento desestabilizador que está marcando la diferencia en España con el resto del continente al respecto del auge de este nuevo fascismo.
En definitiva, España comienza a perder esa situación de excepcionalidad respecto al auge de la ultraderecha. Hoy ya no son meros indicios, sino una situación de creciente normalización y de giro a la derecha del debate político. Y el motor de este tipo de formaciones es, sin duda, el conflicto catalán. Lo malo es que, una vez remita esta situación, aprovechen el terreno ganado y retomen la estrategia de la xenofobia populista natural y traten de seguir creciendo a costa de la criminalización de la inmigración.
Y así, con este panorama político, donde la izquierda parece no aprender de sus errores; por mucho que se quieran ganar alcaldías, comunidades autónomas o elecciones generales, jamás podrá conseguirse, porque esta izquierda sigue sin entender que desunida no es sino perjudicial para el pueblo. La unidad no es una utopía. Es una necesidad. Y si se entiende que no se le puede dar el poder a la derecha más rancia que España ha conocido desde la democracia, sólo quedan dos opciones; que las fuerzas de progreso se unan y que el elector se movilice, porque ellos sí que están y han estado siempre unidos.