La derecha y la manipulación del discurso político

Publicado el 27 diciembre 2019 por Carlosgu82

Si analizamos el uso de la adulteración en el discurso político, se pone de relieve la tremenda facilidad con que se utiliza como instrumento manipulativo y como propaganda; por ello, este elemento del discurso político responde a una intención de falsear la verdad para confundir a la sociedad en provecho de aquel que difunde estas mentiras bien estudiadas.

Ocurre que algunos políticos se refieren a acciones sociales sirviéndose de algún término que justifique la necesidad de sus mentiras y consiga que los individuos miren con recelo estas medidas. Así por ejemplo, cuando un Gobierno progresista habla de subida del salario mínimo, las derechas asaltan esta propuesta mediante expresiones perifrásticas como “freno del alza del resto de sueldos”, donde el término “freno” focaliza la atención sobre las supuestas consecuencias de la subida salarial. Algo similar sucede con expresiones tales como “golpistas”, “etarras” o “comunistas”, empleadas sin descanso por estas mismas derechas para inculcar un miedo en la población; sea cual sea la auténtica realidad, es decir, aunque esto en la actualidad no tenga ya ningún sentido. Golpe de Estado el de Franco o el fallido de Tejero, ETA ya no existe, por fortuna y el comunismo al que hacen referencia no se da en España. La expresión pues, lleva a manejar el supuesto disparatado de que existe una situación anómala y perniciosa para el país que hay que subsanar.

Como vemos, se trata de conducir a los ciudadanos a centrar su atención en las horribles consecuencias de una medida. Sin embargo, cuando les atañe a ellos el recurso ya no es el de la mentira y el miedo, sino que hacen uso de eufemismos, como cuando en el año 2012 el ministro Montoro, anunció la implantación de una “regularización tributaria especial” a la que podían acogerse aquellas personas que tuviesen bienes ocultos en el extranjero; esto servía para legalizar el dinero negro, así los ricos defraudadores con un gravamen del 10% sobre los bienes ocultos quedaban en paz con Hacienda. Con la expresión “regularización tributaria especial”, el Gobierno hacía hincapié en la legalización de una situación tributaria irregular, desviando la atención del carácter “especial” de la medida. Porque la verdad es que se trataba de una “amnistía fiscal” que concedía facilidades a los evasores fiscales, ya que de esta manera los defraudadores pagarían mucho menos de lo que hubieran tenido que abonar habiendo tributado normalmente. Esto es blanqueo de capital patrocinado por un Gobierno conservador.

Los políticos conservadores han sido siempre muy conscientes de la información que una palabra arroja sobre la sociedad, por eso buscan términos problemáticos con que cargar a sus contrincantes, pero cuando aparecen en su discurso, inmediatamente recurren a excusas y florituras para que el individuo común lo interprete como medidas necesarias para contrarrestar los efectos nocivos que la izquierda ha dejado y con los que ellos tienen que luchar; nada que ver, lógicamente, con la realidad.

Como cuando en el verano de 2012 el Partido Popular denominó “Ayuda financiera” a lo que fue un “rescate” en toda regla a los bancos españoles por parte de Europa. Porque, claro, los ciudadanos podrían asociar el término “rescate” a peligro inminente de bancarrota. No interesaba pues que pensáramos que la troika dirige nuestra economía, bajan los salarios y agravan las diferencias sociales.

Y es que la derecha en España, se sirve siempre de las expresiones que le son más favorables a fin de que el ciudadano llano proyecte sus emociones bien manipuladas ante una realidad inventada.

En definitiva, que bien con el eufemismo, o bien con la adulteración de los echos, la derecha suele dibujar de manera elusiva una realidad socialmente estigmatizada, donde el ciudadano que recibe la información tenderá a pensar que lo designado es concebido como verdad. En este sentido, estos discursos envenenados, se convierten en el peor enemigo de la democracia, ya que pueden conducir a que la sociedad los perciba como una realidad determinada, cuando solo son una mentira hartamente difundida hasta hacerla pasar por verdad.