España, a pesar de ser la cuarta economía de Europa, está pésimamente representada en las instituciones europeas y existía casi un consenso general de que el puesto de presidente del Eurogrupo le pertenecía. Pero, a pesar de esas premisas favorables, la figura negativa de Pedro Sánchez ha logrado que Nadia Calviño fuera derrotada.
De nada le ha servido a Nadia Calviño ser una mujer de gran mérito y muy apreciada y respetada en Europa. Tener un presidente de gobierno poco fiable, sin prestigio y con defectos que chirrían en el proyecto común europeo le ha costado ser derrotada.
En la derrota, después del rechazo a Pedro Sánchez, a sus alianzas de gobierno y a su estilo, han pesado también otros factores como la pésima gestión de la crisis del coronavirus, que ha convertido a España en el país del mundo con más muertos por habitante y con más daños económicos derivados, la oposición de los populares y los liberales europeos y las miles de cartas y mensajes de ciudadanos españoles, asociaciones y grupos de la sociedad civil española que han llegado a Europa advirtiendo que si entregan sin condiciones el dinero para la reconstrucción a Pedro Sánchez, éste lo gastará en fortalecer su propio poder, antes que en programas y actuaciones que beneficien a la economía y al pueblo español.
En realidad, la derrota de Nadia Calviño ha sido una enorme bofetada de la Europa libre y democrática a Pedro Sánchez y a sus tendencias irregulares y sospechosas, en especial a su linea de apoyo al estatalismo y el neocomunismo bolivariano, a la baja calidad democrática de su gobierno y a su divorcio profundo con una parte significativa de la sociedad española, que le rechaza por sus vicios, que van desde las mentiras, incumplimientos y política autoritaria, al despilfarro, el derroche, el incremento del gasto público, la afición por el lujo y los privilegios y su obsesión por subir impuestos y enemistarse con el mundo empresarial y productivo.
Pensándolo bien, la candidatura de Nadia Calviño era una trampa para Europa que la vieja sabiduría del continente ha sabido descubrir a tiempo. Con un Pedro Sánchez influyendo indirectamente en el Eurogrupo, la división de Europa en dos bandos, el de las cigarras del sur y las hormigas del norte, estaba asegurada, con el riesgo añadido de que la indisciplina, el estatalismo y el comunismo infiltrado socavaran el edificio de la Unión.
Precisamente, el argumento que ha llevado hasta el triunfo al irlandés Danohoe ha sido el de servir de puente entre el norte y el sur y el de "coser" el roto que representa la discrepancia entre los países que exigen disciplina y ortodoxia en la economía y los que, como España, quieren gastar a gusto y sin trabas los fondos de reconstrucción.
Sanchez sigue demostrando que es peor que una pandemia para España. Además de dividir el país en dos bandos y llenarlo de odio, ha hecho perder a España muchos contratos internacionales, prestigio y peso en el concierto mundial, provocando sanciones y gravámenes a sus productos y empresas, todo un desastre que es ocultado por la propaganda y los medios de comunicación comprados por el gobierno, pero que asombrará cuando sea conocido por la opinión pública española.
Francisco Rubiales