Exceptuando los odios mortales desatados en la II República y la Guerra Civil, donde ambos bandos asesinaban al adversario y al inocente por igual y se practicaban todo tipo de venganzas rastreras, no ha existido en España una etapa que acumule tanto odio como la actual.
La promoción de los odios, rencores y divisiones en España no ha sido monopolio del socialismo. En ese desastre han participado también el PP y los nacionalismos extremos, convertidos en golpismos, independentismos y terrorismos. Las presidencias de Zapatero, Rajoy y Sánchez han sido especialmente dominadas por el odio.
La época de Sánchez, en la que el odio se ha desatado, pasará a la Historia como una etapa digna de ser olvidada por los daños que causó a la convivencia, a los valores y a la misma política.
Sus estragos ya han causado el fin de muchos valores y sentimientos nobles y provocará muchos más en el futuro, quizás hasta la destrucción de España y, con seguridad, la profunda división de la patria y daños difícilmente reparables en la democracia, la Justicia, las libertades y los derechos.
El amor y los grandes valores humanos, como el respeto al derecho ajeno, la libertad y el carácter sagrado e intocable de la convivencia son rasgos de la cultura universal, nacidos en Grecia y Roma y enriquecidos por el humanismo, que en la etapa actual de España están siendo masacrados, hasta el punto de que numerosos observadores y analistas políticos creen que España avanza por la misma ruta que avanzaron en el pasado Stalin, Hitler, Ceaucescu, los hermanos Castro, Daniel Ortega, Hugo Chávez y muchos otros tiranos desalmados.
Francisco Rubiales