Foto de Josep Patau
Mañana se celebrará la Diada de Catalunya. Será 11 de Septiembre y, como ya ha pasado en estos dos últimos años, el debate girará en torno al nivel de participación en la manifestación pro independencia convocada por dos agentes de la sociedad civil catalana –Òmniun Cultural y la Assemblea Nacional de Catalunya. Es la escenificación de una característica muy clara del procés: la divergencia entre la clase política catalana y la sociedad civil organizada. En estos momentos estas diferencias aún no se han manifestado o dejado ver en la agenda pública ya que aún no ha pasado nada. Pero de aquí a dos meses, algo ha de pasar.La posible convocatoria de referéndum del próximo 9 de Noviembre quedará supeditada a la aprobación de la Ley de Consultas en el Parlament de Catalunya a finales de este mes y su más que probable suspensión por el Tribunal Constitucional a expensas del Partido Popular. Si todo va como se augura, el referéndum no se podrá celebrar y el otoño en Catalunya será caliente, políticamente hablando. Desde aquí se propone un ejercicio de análisis político sobre las preferencias de cada fuerza en el Parlament, para estudiar dónde es más posible un acuerdo, si en pos de la independencia (I), si en pos de la reforma constitucional (R) o en pos del statu quo (S). Cuando hablamos de reforma le añadimos el constitucional detrás. Todo lo que no sea tocar la territorialidad del Estado en la Constitución –pactos fiscales, acuerdos de infraestructuras, etc.- no los consideraremos reformas, sino mantenimiento del statu quo, en tanto en cuanto las relaciones de poder no habrán cambiado.
Para hacer este análisis asignaremos a cada partido del arco parlamentario una primera, una segunda y una tercera opción entre las antes mencionadas. El cuadro, según lo veo, quedaría así:
De este cuadro, es evidente, hay opciones que asigno que requieren una argumentación. Podría sorprender que a CiU le haya asignado una querencia tan baja por la independencia. Cualquiera que haya seguido los discursos y la actualidad de estos años alrededor de CiU y de Artur Mas sabrá que siempre ha mantenido abierta la puerta de salida del procés. La constatación de su voluntad de pacto entre élites por encima de todas las cosas fue la presentación de los 23 puntos a negociar en su última reunión con Rajoy, puntos que no fueron consensuados con ningún otro partido político o fuerza social. Sus fuerzas electorales están en el mantenimiento del statu quo, en ser la voz de Catalunya en Madrid. Pero una vez situados en la cresta de la ola, no pueden permitirse que no exista un cambio sustancial. En el escenario actual pierde votos al dejar de ser un catch all party y pierde apoyos de sus sectores clave, como el Grupo Godó y determinado sector empresarial de gran tamaño. La apertura de un proceso constituyente en Catalunya, dadas las fuerzas sociales actuales, cuestionaría el (des)orden económico existente y, por tanto iría en contra de dichos sectores clave.
Por otro lado, puede que sean discutibles las opciones asignadas en segundo y tercer lugar tanto a ERC como a la CUP. He valorado que la CUP no aceptará ningún tipo de pacto con el Estado y, por tanto, esta opción por el mantenimiento del statu quo no es una preferencia, sino más bien la consecuencia de su estrategia política. Algo parecido a ERC, pero con la diferencia de que es el partido más favorecido en caso de que el procés se alargue en el tiempo: por primera vez está en disposición en ganar unas elecciones.
Por último, he valorado que la indefinición de ICV-EUiA durante todo este tiempo, entre independencia o reforma, será favorable a esta última en tanto en cuanto parece buscar alianzas con sectores catalanistas del PSC –que no son independentistas- o, en el ámbito municipal, con actores políticos que se han manifestado en contra de la independencia –como Ada Colau, aunque últimamente la activista insinúa que se está desdiciendo.
Dicho esto, si asignamos un valor a cada opción, de 3, 2 y 1 puntos respectivamente para las opciones 1ª, 2ª y 3ª, y al resultante lo hacemos proporcional al peso de cada partido en el Parlament, nos sorprenderá ver que la opción de la independencia es la que obtiene una menor puntuación de apoyo al Parlament, 1,5. Casi un punto más, 2,4, obtiene la opción de la Reforma constitucional, mientras que la defensa del statu quo queda a medio gas, con un 2,1.
Puede que más del 80% del Parlament esté a favor de la celebración de la consulta, pero no todos los partidos tienen en mente un escenario en la que ésta se produzca, y no digamos ya un escenario de independencia.
Que la defensa del statu quo quede como segunda opción, cuando en casi todos los parlamentos lo lógico sería que quedara como primera, viene a enseñarnos que sólo hay una cosa cierta en el procés: ya nada volverá a ser como antes, estamos viviendo días de cambio institucional.
Llegados a este punto, los lectores de fuera de Catalunya que se hayan ido informando del procés por medio de periódicos y radios de la derecha españolista, como el ABC, La Razón o El País (sic), pensarán que todo queda desactivado. Mucho ruido y pocas nueces.
Sin embargo cualquiera que conozca la realidad catalana, o se informe debidamente, sabrá que el procés no es una marca registrada de la élite política y que ha sido la sociedad civil organizada quien la ha iniciado, quien la ha mantenido, sumando a los políticos cuando lo ha necesitado, y que es ella sola quien puede desactivarlo.
Foto del Ajuntament de Vilanova i la Geltrú
Baso esta afirmación en las evidencias de la convocatoria de la manifestación de 2010, de la celebración de multitud de referéndums municipales y populares por la independencia en 2011 o en la convocatoria de las tres manifestaciones: 2012, 2013 y la de mañana. Actos todos estos realizados sin el liderazgo de ningún partido y que, en la mayoría de las ocasiones, cogió a contrapié a más de un líder político. El movimiento y la agenda política lo controlan asociaciones como Òmnium Cultural, entidades políticas como la Assemblea Nacional de Catalunya o colectivos como Súmate, por citar sólo tres de ellos. También el ámbito municipal, donde la clase política está mucho más controlada por la ciudadanía, aporta lo suyo –las famosas Catalines del Polonia son sólo un reflejo.La desactivación del procés probablemente no se produzca de manera consciente, sino que como advertía en un artículo Enrique Gil Calvo, siguiendo el modelo de Tarrow, se puede dar a través de la radicalización de la protesta y, por tanto, el fin del ciclo de ésta al perder el apoyo mayoritario.
Haría bien la sociedad civil catalana en seguir manteniendo una moderación en su movilización, olvidando voces que le piden radicalizarse hacia la desobediencia civil o hacia la celebración de un referéndum alternativo. El camino que les ha llevado hasta aquí, hasta un punto en el que controlan la agenda política de las élites institucionales, les puede seguir resultando útil para mantener vivo el procés.
Será el combate entre las élites políticas -catalanas y españolas unidas-, contra la sociedad civil catalana el que permita romper el statu quo hacia una independencia de Catalunya y hacer añicos el entramado de la Transición. Algo que tantísima falta hace porque, como dice Antonio Baños, si un movimiento social acaba con la indivisible unidad de España ¿qué otra cosa habrá que no pueda cambiar la gente cuando se moviliza?