La profesora, bienintencionada y dispuesta, explicaba a sus alumnas desde el encerado los textos narrativos; en concreto se afanaba en que se hicieran una idea precisa de lo que era una descripción literaria. La clase estaba formada por una veintena de mujeres pertenecientes a un CEPA (Centro de Educación de Personas Adultas) con edades en un amplio abanico entre los veinte y los cincuenta años. La escuchaban displicentes mientras les proponía que leyeran despacio el breve texto seleccionado ejemplarizando ella, mediante un dibujo en la pizarra, su personal interpretación del texto. Se trataba de un texto de "Industrias y andanzas de Alfanhuí" de Rafael Sánchez Ferlosio. Comenzaba así:
"Lo más importante del jardín era el pozo. Tenía un brocal de piedra verde y un arco de hierro forjado para la polea."La profesora se detuvo un momento para explicar lo que era el brocal. Luego trazó una línea horizontal y añadió unos trazos cortos, a modo de púas de un peine, sobre ella representando el césped de aquel jardín. A continuación dibujó un cilindro sobre la línea en medio del dibujo que después coronó con una parábola sobre el mismo representando el arco de hierro. La narración proseguía:
"... La polea era de madera y chillaba como una golondrina..."En ese momento dibujó un pequeño tramo vertical desde lo alto de la parábola y lo finalizó con un pequeño círculo para representar la polea. - ¿Veis? Yo voy dibujando lo que está escrito: describir es como dibujar con las palabras. Continúa - pidió a la lectora de turno-.
"... La polea era de madera y chillaba como una golondrina. El cubo era también de madera, sujeto por aros de hierro, com las cubas, y pesaba mucho. El pozo era muy hondo y tenía un agua muy clara..."Mientras dibujaba con la tiza el cubo en un lado, a la profesora le pareció escuchar a su espalda un apagado rumor de risitas. Incluso llegó a percibir el comentario de una de las alumnas: "¡Incluso tiene un piercing...! No le dio importancia y se aplicó a terminar el cubo. Cuando se volvió se encontró frente a un una veintena de caras mostrando amplias y maliciosas sonrisas: las veinte alumnas cuchicheaban alborozadas, la observaban con ojos picaros alternando la mirada entre la profesora, el dibujo y sus vecinas de mesa. Una de ellas intentó explicarle: - ¡Pero profe, aléjese un poco de la pizarra y mire lo que ha dibujado...! La profesora retrocedió unos pasos pero no acertaba a descubrir el motivo del alboroto. Por fin una de las alumnas, compadecida, le anunció: - ¡Es un pene, señorita! ¡Ha dibujado un pene! ¡Y con piercing!