Mujer, en la acera de tu casa está tu héroe;no te vayas a afligir, así es la guerra.Saca pronto una sábana y cúbrele el rostro,los destrozados miembros para que nadie los vea.
Mujer, mantén altiva la frente como él lo quisiera;en la acera de tu casa está tu héroe, ábrele la puerta;qué importa que el vil enemigo ría, mientras adentro,en tu ser, una oscura ave en tus pensamientos vuela.
Mujer, no vayas a llorar frente a las godas bayonetas;en la acera de tu casa está tu héroe, rudo en la contienda.Los guerrilleros del Tolima jamás olvidarán su nombre.Tulio Varón ha muerto, corre a abrirle la puerta.
17 De Mayo De 1900El primer verso, acude al manido recurso del morbo, que resulta antipoético, en el mejor sentido del ideario de Nicanor Parra, pero sin su pericia técnica. Su dramatismo, resulta en comedia ramplona: El cadáver del héroe—el llanto de la mujer—los pedazos del muerto—la sábana. Todo converge en un espectáculo digno de las peores novelas de folletín, donde la imagen se precipita como un caballo desbocado por el barranco de lo menesteroso. La risa del enemigo, mientras la mujer está con la frente altiva; el ave oscura de los pensamientos. Aquí pretende ser luctuoso, en el peor sentido de Edgar Allan Poe y su cuervo. No pudo ocurrírsele, algo mejor, un ave metafórica mucho más digna de la madre de todas las batallas de la poesía: la caída de Ilión. La lechuza, simbolizaba la guerra para los griegos; la muerte y las desgracias, para los romanos; anunciaba la presencia de lo ominoso o “el horizonte de las ultimidades”, como lo llamó Heidegger. La guinda del pastel de los clichés, en la frase: "no te vayas a afligir, así es la guerra". Por supuesto: en las guerras, el sentimiento que está a la orden del día es la aflicción; no podía ser de otra manera. Hay una gran distancia entre estos versos fáciles, grandilocuentes (sin la dimensión atroz del artista que sí sufrío el fragor de la batalla), y los del gran poeta inglés, Wilfred Owen, poeta paradigmático de la Gran Guerra, cuyos versos trágicos, sirvieron de apoyo a Britten para su War Réquiem.Todo aquí es afectado: dramatismo soso de la peor laya. Pura pirotecnia verbal; redoble de tambores de forzada rítmica para una música ausente; juego de metáforas, tan obscuras y carentes de sustancia, que enturbian la poesía. El poema fútil, vacío, termina por marchitarse pronto a sí mismo; se derrumba como un burdo castillo de arena, que cae por obra de su propia deformidad, por mera ausencia de belleza.
La poesía se revela poderosa, cuando el bardo, si es buen taumaturgo-vidente-médium, consigue desentrañar su mensaje cifrado. No a todos le está concedido entrar al banquete de los reyes, La Diosa Blanca no se entrega fácilmente, cual ramera de los bosques, al guerrero que más sangre ofrezca. Así pues, para resumir: un poeta que se oculta tras una máscara tallada antes, magistralmente, por Blake, Withman, W.B. Yeats, T.S. Elliot, Borges o Elytis, cae estrepitosamente, en su intento vano de revestirla de novedad, en el ridículo del aplauso forzado. Es la desgracia del bufón, que consigue sacarle carcajadas solo una vez a la corte.