Por Jennifer Delgado
Rincón de la Psicología
Internet y las redes sociales han llegado a todos (o casi todos) favoreciendo un proceso comunicacional anteriormente inimaginable pero propiciando también algún que otro problema de gran envergadura. El primer caso de fama internacional relacionado con la pérdida del trabajo a partir de una indiscreción online data del año 2002 y corresponde a Heather Armstrong, autora de Dooce, quien fue despedida después de que sus colegas de trabajo descubrieran las burlas online de las cuales habían sido objeto.
Pero éste no es el único caso, recientemente la BBC recogió la situación de una joven llamada Kimberley Swann que fue despedida después de haber descrito a su jefe como “aburrido” en su página de Facebook.
La pregunta que siempre me hago cuando escucho ejemplos como estos es: ¿cómo las personas llegan a tal grado de desinhibición que les puede costar incluso su puesto de trabajo?
Para dar respuesta a esta cuestión acude en nuestra ayuda Suler, investigador de la Rider University en New Jersey quien afirma que en el centro de estos comportamientos se halla el “efecto de la desinhibición online”. Pero… ¿qué provoca este efecto?
1. El anonimato.
Cuando las personas se conectan a través de Internet sienten que no pueden ser identificadas de la misma manera en que pueden ser reconocidas en la vida real. Algo bastante similar a la sensación que vivenciamos cuando nos disfrazamos y usamos una careta. Este sentido de desconexión con nuestra propia personalidad e individualidad nos permite sacar a la luz nuevos comportamientos que de otra forma hubiésemos mantenido reprimidos.
Irónicamente, muchas personas pasan más desapercibidas en la vida real que en el entorno online. Si a esto le sumamos que no existe nada más sencillo que identificar a las personas detrás del ordenador (ya sea a través de las amistades en las redes sociales, que a través de las modernas técnicas de seguimiento informático), entonces podremos comprender que la sensación del anonimato no es más que una ilusión.
2. La invisibilidad.
En la sociedad en la cual estamos inmersos, demostrar nuestras emociones no siempre es signo de buena educación. Así, nos entrenamos continuamente para enmascarar nuestros sentimientos (sobre todo aquellos más negativos). Curiosamente, el hecho de controlar la expresión de nuestra emocionalidad, también nos ayuda a controlar nuestros propios sentimientos.
Pero cuando estamos online esto no ocurre; cuando nadie nos ve no necesitamos controlar nuestras expresiones faciales y continuamos dando rienda suelta a todo lo que sentimos (sea positivo o negativo). Así, creemos que cuando estamos online somos invisibles por lo cual tendemos a expresarnos con mayor libertad.
3. Inicio/Fin de la comunicación.
Aunque es un factor que muy pocas veces tenemos en cuenta, lo cierto es que en la comunicación cara a cara las reacciones de nuestro interlocutor nos ayudan a modelar nuestro discurso; nos permite hacerlo más fuerte o suavizarlo en correspondencia con la retroalimentación que recibimos.
Cuando estamos online, debido a la asincronicidad, la comunicación se interrumpe varias veces y la retroalimentación llega con retraso por lo que los efectos de las palabras escritas se maximizan, poniéndonos en situaciones de riesgo que en la vida real podríamos haber salvado sin ninguna dificultad.
4. Un mundo imaginario sin reglas.
El sentido del anonimato y la invisibilidad conjugado con los elementos fantasiosos con los cuales muchas veces se reviste Internet, nos compulsan a pensar que las reglas del mundo real no se aplican online. Como en un escenario de ciencia ficción nos escapamos de la realidad, con todas las implicaciones que esto tiene, tanto positivas como negativas.
Así, perdemos el temor a la desaprobación y al castigo porque no existen figuras en las cuales se encarne la autoridad. El conformismo, la autoridad y las convenciones sociales se perciben como figuras desdibujadas que no ejercen ningún poder para regular nuestro comportamiento.
Por supuesto, esta no es más que otra ilusión porque realmente en el mundo online también existen figuras de autoridad que controlan nuestras interacciones, el ejemplo más sencillo son los moderadores de los foros.
Así, hemos construido una representación de un mundo que nos permite expresamos de manera más atávica o esencial y este comportamiento reporta consigo todos los aspectos positivos de la desinhibición pero también todos los negativos porque al final, no nos percatamos que Internet es un mundo creado por las personas donde aplican más o menos las mismas leyes (estereotipos, restricciones y valores) que en la vida off line.
Así, la próxima vez que te sientes delante de las redes sociales, piénsalo dos veces antes de escribir ;-)
Fuente:
Suler, J. (2004) The online disinhibition effect. Cyberpsychology Behaviour; 7(3):321-326.
Publicado por Jennifer
10 de diciembre de 2010
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Fuente: Rincón de la Psicología
Imagen: Desinhibition