La deslegitimación de la sociedad.

Publicado el 19 julio 2013 por Romanas


Ayer me sobrecogí oyendo a 3 tertulianos en la más oída de las emisoras de radio españolas admitir como aceptable desde el punto de vista ético que el presidente del TC hubiera hecho 2 cosas absolutamente imperdonables a mi juicio: acceder a la magistratura judicial siendo militante del PP y ocultarlo cuidadosamente en su comparecencia ante las  Cámaras.
Dicen los expertos en Derecho constitucional que si bien la LOPJ establece la prohibición de que los jueces y magistrados pertenezcan a un partido polìtico, el propio Derecho constitucional admite paladinamente lo contrario y en virtud de las normas que establecen el grado de las leyes, el derecho constitucional es de mayor rango que el político y el administrativo, ergo la prohibición expresa a los jueces de participar en la contienda polìtica a través de los pp queda suprimida, o derogada, puesto que “especialter generalia derogant”, lo especial deroga a lo general.
Y los tíos se han quedado tan frescos.
Y es que la inmoralidad, o la ausencia de los más elementales valores éticos se ha impuesto totalmente de esta cochambrosa sociedad en la que apenas sobrevivimos.
No cabe duda de que los legisladores constitucionales, como no podía ser de otra forma, arrimaron el ascua a su asquerosa sardina, haciendo como que no comprendían por qué el legislador administrativo había establecido con toda la razón del mundo que ya que no se podía penetrar en el cerebro y el espíritu de los jueces al menos se estableciera la más rigurosa de las prohibiciones en cuanto al mantenimiento desu asepsia política.
Llevo muchos posts escritos abundando en la idea que ya preocupó a Platón y a Sócrates, cuando ambos dialogaron sobre este viejo problema ¿”qui custodiat custodes”?, ¿quién vigilará, quién controlará  a los jueces?.
Un juez es un personaje imposible. Tiene la misión de juzgar a los hombres imparcialmente. Yo, entre otros millones de seres humanos, pienso que la imparcialidad es una virtud inalcanzable para nosotros, porque nadie es capaz de dominar completamente sus sentimientos. Tal vez fue esto algo de lo que quiso manifestar Terencio cuando dijo aquello de “homo sum et nihil humanum mihi alienum puto”, soy hombre y creo que nada humano me es ajeno.
¿Quién le pone el cascabel al gato de un magistrado del PP que tiene que dirimir una contienda judicial de la que depende el hundimiento político de su propio partido?
Imposible, ¿verdad?
Es lo que nosotros manifestábamos al principio y recurríamos a la autoridad de dos de los más grandes pensadores de nuestra especie para que lo confirmaran: ¿“qui custodiat custodes”?, ¿quién es el guapo capaz de impedir que los magistrados del Constitucional echaran abajo un  estatuto, el catalán, que había sido aprobado por las Cortes generales de España después de que lo hubieran hecho las de Catalunya, haciendo suya aquella campaña nacional de Rajoy que había puesto mesas petitorias por toda el país para que los españoles, tan patriotras, se pronunciaran en contra de dicho estatuto?
No vamos a analizar aquí y ahora la sentencia del Constitucional que al fin y a la postre se cargó el Estatuto de Catalunya gracias a los votos de los magistrados del PP, porque no eran magistrados del tribunal del que formaban parte, sino acérrimos partidarios de una ideología ultrliberalcapitalista y fascista.
Por eso me sobrecoge que unos tertulianos admitan como normal que un miembro con carnet del PP y que paga sus cuotas, sea ahora el presidente del tribunal encargado de comprobar que las sentencias de los tribunales y las leyes del Congreso se ajustan ni más ni menos que a la Constitución de Fraga.