La Comarca. Ése es el territorio rural donde se desarrollan las acciones de los cinco cuentos que Javier Morales Ortiz reúne en La despedida (Editora Regional de Extremadura, 2008). Y uno de los elementos que primero llaman la atención es observar cómo los personajes se van deslizando por los relatos con diferentes grados de protagonismo, trasvasándose de uno a otro: en “La casa de mi amigo” se nos ofrece el poco cordial reencuentro entre dos antiguos compañeros de colegio, en cuya memoria se alude a la maestra Luz Verde o al desastre que ha sufrido Luis Prieto; en “Le puede pasar a cualquiera” se nos detalla la aventura agrícola biológica que desea emprender, precisamente, el citado Luis; y cómo ésta concluye de un modo tan triste como rápido; en “La boda”, una novia con graves problemas de conciencia se acerca hasta su mejor amiga, para contarle sus penas: y la amiga es Luz; en “La despedida” será de nuevo Luz uno de los focos centrales de la narración, que comparte con su alumna Paula.Este sistema de imbricaciones parciales, tan interesante como bien urdido, nos permite imaginar una constelación de relatos que, desarrollada durante años o décadas, termine generando una macrohistoria al modo macondiano. Y es que el lector tiene la sensación, cuando recorre los cuentos de La despedida, de que ha traspasado los límites de lo literario y vive en La Comarca; y que de esa manera su mirar es el que, deteniéndose allá o aquí, va otorgando protagonismo y densidad a las diferentes figuras con las que se encuentra, que pasan de ser humo a ser mármol. Como ocurre, en fin, en la vida real: esas personas con las que nos cruzamos y que, sin que reparemos de forma consciente en ello, cobijan su historia, a veces conmovedora, a veces terrible, a veces curiosa, pero que solamente se nos revelará con cierto detalle si fijamos en ellas la atención o la curiosidad.Retratista sutil y paisajista elegante, Javier Morales Ortiz nos entrega en estas páginas un delicado volumen de muy agradable lectura.
La Comarca. Ése es el territorio rural donde se desarrollan las acciones de los cinco cuentos que Javier Morales Ortiz reúne en La despedida (Editora Regional de Extremadura, 2008). Y uno de los elementos que primero llaman la atención es observar cómo los personajes se van deslizando por los relatos con diferentes grados de protagonismo, trasvasándose de uno a otro: en “La casa de mi amigo” se nos ofrece el poco cordial reencuentro entre dos antiguos compañeros de colegio, en cuya memoria se alude a la maestra Luz Verde o al desastre que ha sufrido Luis Prieto; en “Le puede pasar a cualquiera” se nos detalla la aventura agrícola biológica que desea emprender, precisamente, el citado Luis; y cómo ésta concluye de un modo tan triste como rápido; en “La boda”, una novia con graves problemas de conciencia se acerca hasta su mejor amiga, para contarle sus penas: y la amiga es Luz; en “La despedida” será de nuevo Luz uno de los focos centrales de la narración, que comparte con su alumna Paula.Este sistema de imbricaciones parciales, tan interesante como bien urdido, nos permite imaginar una constelación de relatos que, desarrollada durante años o décadas, termine generando una macrohistoria al modo macondiano. Y es que el lector tiene la sensación, cuando recorre los cuentos de La despedida, de que ha traspasado los límites de lo literario y vive en La Comarca; y que de esa manera su mirar es el que, deteniéndose allá o aquí, va otorgando protagonismo y densidad a las diferentes figuras con las que se encuentra, que pasan de ser humo a ser mármol. Como ocurre, en fin, en la vida real: esas personas con las que nos cruzamos y que, sin que reparemos de forma consciente en ello, cobijan su historia, a veces conmovedora, a veces terrible, a veces curiosa, pero que solamente se nos revelará con cierto detalle si fijamos en ellas la atención o la curiosidad.Retratista sutil y paisajista elegante, Javier Morales Ortiz nos entrega en estas páginas un delicado volumen de muy agradable lectura.