Entre Argentina y Uruguay fuimos familia. Amapola nace en Montevideo, como su madre. Juntos recorrimos los dos países durante dos años hasta instalarnos al fin en Buenos Aires en el 66.
Del 66 al 68 vivimos en la clandestinidad: la dictadura de Organia nos llevó a un nuevo exilio, de vuelta a Montevideo.
Amapola crecía entre libros, pinturas y lo que fue el nacimiento del rock nacional, los toques de candombe y el milongon, la pequeña se inclinó hacia la música, esto nos llena de felicidad.
En montevideo Azucena pudo montar un taller de arte y yo me dediqué a colaborar con una revista fundada por Eduardo y su compañero Maria Sol.
En 1973 sucede el proceso en Uruguay, de vuelta a las andanzas políticas. Yo, que nunca perteneci a ese mundo, me fui haciendo de valores ideológicos al ver el genocidio que sucedía a plena luz del día.
Ese año partimos todos en familia: Azucena, la pequeña Amapola, Eduardo y Maria Sol.
En Buenos Aires fundamos la revista Crisis y nos fue de maravilla, Azucena se dedicó a la docencia en escuelas de arte y Amapola dio sus primeros pasos en la música siendo flautista del coro juvenil del teatro Colón.
Pero para el año 1976 la cosa se puso jodida.
La junta militar Argentina liderada por Rafael Videla derroca al gobierno y durante los próximos seis años el país vivió uno de los máximos horrores en su historia. Las personas desaparecían indiscriminadamente, eran detenidas ilegalmente y llevadas a centros clandestinos de detención donde eran torturados y asesinados.
Azucena militaba para Montoneros, eran los más buscados por los militares. En esa época tuvimos serios problemas en la pareja, la cosa estaba brava de verdad y yo comence a aludir mis convicciones. Eduardo y su compañera se exiliaron en España, la vuelta a Montevideo era imposible, la dictadura Uruguaya no acabaría hasta el 83.
Nosotros continuamos la lucha hasta aquella tarde de agosto del 78.
Regresé de dar clases particulares de literatura, era la única manera de solventar los gastos desde la caldestinidad, al llegar a la casa del barrio de Boedo me encontré con la escena menos deseada.
La puerta tirada abajo, los muebles rotos, papeles revueltos y la desaparición de mi compañera y mi hija.
Los militares se las habían llevado, yo entré en un estado de pánico, tomé unas ropas y me dirigi a uno de los centros Montoneros en busca de información, sabía que esto pasaría – Carajo, debimos partir a España – maldecía para adentro.
En esta búsqueda, que duró varios dias di con las madres y abuelas de plaza de mayo. Ellas me acompañaron y estuvieron, a pesar del dolor, en todo momento conmigo. Así fue que luego de dos semanas de búsqueda di con Amapola.
Aquella noche los milicos la abandonaron en medio de la noche, la pequeña pasó la noche en la calle hasta que los vecinos del barrio la acercaron a un reformatorio.
Sin pensarlo un segundo nos fuimos en el primer vuelo a España, Eduardo y Maria Sol nos esperaban.
de Azucena no volví a tener noticias, no hasta años mas tarde, lo que sería el desenlace de esta historia.