La destrucción de la clase media

Publicado el 30 octubre 2013 por Salva Colecha @salcofa

Yo creo que o soy tonto o me estoy perdiendo algo. El otro día aparece Emilio Botín y nos suelta, tan pancho, que todo el mundo se pega por invertir en España, que el dinero llega a nuestro país “desde todas partes” a un ritmo tan frenético que ya han encargado a los chinos tres barcos llenos de maquinitas de esas de contar billetes porque no damos abasto. Vamos que o Botín había bebido más de la cuenta y ese color rojo no era el corporativo del Banco o sabia muy bien lo que decía, está entrando la pasta a raudales, pero a sus bolsillos. Opto por lo segundo, porque tontito no parece.

En todas las esquinas se materializan esperpentos de halloween como Montoro, Guindos o Fainé pregonando que hemos dejado la recesión. Se deleitan diciendo cosas como que es gracias a las exportaciones y salarios a niveles del año 1999. Eso lo deberíamos recordar en la cola del paro o cuando paguemos las facturas de la luz, la gasolina, el transporte borreguero o el gas porque esos, mira tú que cosas, no han vuelto a 1999. Tampoco lo han hecho las previsiones de desempleo, ni Cáritas que anda desbordada y calcula en unos doce millones las personas pobres en España. Estos otros datos, más reales creo, dan que pensar. Veamos: Si la economía, en términos generales, va espabilando (de hecho, a nivel mundial, crece) y yo ando cada vez más achacoso ¿Qué está pasando? Algo estaré haciendo mal. Puede que la respuesta esté en que la economía mejora (en serio, lo hace, no me he vuelto loco) pero la sociedad que se está creando es distinta de la que conocemos, los ricos cada vez son menos pero más potentados y la masa de pobres aumenta por momentos. El truco está en un espejismo aritmético. Si el rico cada vez tiene más, aunque yo tenga menos el resultado medio puede ser el ansiado aumento del PIB.

Al final es lo de siempre, unos ganan y otros pierden. Nos han metido en un juego en el que hemos renunciado a todos nuestros derechos a cambio de nada porque el desempleo crece y los sueldos son calamitosos. El Gobierno y la gran empresa abusan de la palabra “productividad” y “crisis” para recetarnos subempleo, recorte salarial, social, sanitario o lo que se tercie y claro, los efectos sobre la clase media son devastadores, nos están aniquilando.

Están destruyendo gratuitamente la civilización que tanto esfuerzo y sangre nos costó. Los números ya sustituyen a las personas, el análisis de los datos a la moral. Ya ni defendemos nuestro bienestar porque, aborregados por un sistema educativo amañado, luchamos entre nosotros por nuestra supervivencia así, a secas. El resultado es que las grandes empresas son más lucrativas pero no generan trabajo de calidad y los trabajadores son pienso para los tiburones a quienes sólo les interesa engordar sus arcas.

Ahora lo que está en juego ya no es el Estado del Bienestar. El nivel de la partida ha subido, la lucha ya es por nuestra dignidad, por no ser tratados como robots o siervos que trabajan a cambio de nada. Esto ya recuerda a la Francia de Les Miserables y todo tiene un límite. ¿Deberíamos seguir con la farsa o decir basta y recuperar nuestra dignidad?

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