La destrucción del Gribshunden
Basado en una noticia que apareció en los medios de comunicación, hoy, en el blog, ofrecemos la segunda parte del relato Cambiando el curso de la historia desde el Gribshunden, por José Carlos Sánchez.
Si te perdiste la primera parte, puedes leerla aquí.
La destrucción del Gribshunden
—No os comprendo.
—Si yo pusiera a vuestro servicio a uno de mis espías para que el maestro que diseñó esa nave le explicara punto por punto cuales cuáles son las debilidades del mismo, o por dónde se le puede prender fuego, ¿os seguiría pareciendo imposible? —dijo el rey Fernando, moviendo la cabeza arriba y abajo.
—¡Oh, Señor mío! Fernando, sois pura intriga. Es preferible, desde luego, teneros como amigo que no como enemigo. Es una idea magnifica. Si alguien que no puede ser asociado con nosotros, provoca un incendio, y el barco se hunde, nivelaremos las fuerzas de Sture y Hans—contestó riendo Maximiliano— Y, decidme, ¿qué queréis por ese servicio de intriga?
—Me ofendéis Maximiliano. No quiero nada para mí, sino para nosotros. Para nuestros hijos. Quiero el enlace de Juana con Felipe para el año próximo, y el de Juan y Margarita en el posterior. Y quiero que Juan tenga derechos sobre Italia, caso que, por un casual, las cosas con la Liga no fueran bien y hubiera que ejercer la fuerza para imponer la disciplina en algunos territorios —dijo cerrando los ojos, como si todo estuviera destinado a ser un juego de azar y eso dependiera de ellos—. Si yo hundo esa abominación que habéis creado en vuestros astilleros, la moral de los daneses y su impulso se vendrá abajo. Sus ansias de expansión quedarán contenidas y los asuntos de los hombres del norte quedarán dónde deben estar, en el norte. Luego veremos qué movimientos podemos hacer para conocer sus planes y salvaguardar los nuestros —dijo, y bebió un largo sorbo de la copa.
—¡Sea, Fernando! Brindemos pues por esta idea, habladme de la persona en la que estáis pensando y ultimemos los detalles. Por otro lado, el Papa debería estar informado de estos movimientos para evitar ninguna desavenencia desagradable.
—Guardad cuidado, Fernando. Nada saldrá de mis labios. Isabel no sabrá de nuestros asuntos por mi boca.
Meses después, tras haber pasado unas duras jornadas aprendiendo todo sobre los rincones de esa máquina que parecía completamente inabordable e indestructible, Lope de Gahete utilizó los documentos dados para embarcar en el Gribshunden como artillero. Un artillero bien formado, sin patria y al servicio de quien mejor pagara. No fue difícil mantener la coartada y desenvolverse entre la tripulación.
Días antes de poner en marcha el plan que le había encomendado su rey, el rey Fernando, aquel que le sacó de la miseria y le libró del castigo al que le habían condenado los moros cuando estaban a punto de cortarle el cuello, el rey Hans había concertado una reunión a bordo del Gribshunden con Sten Sture.
Las últimas derrotas de los suecos y la pérdida de confianza de su pueblo en el viejo regente, le habían llevado a aceptar la propuesta del rey Hans de una tregua y una reunión para hablar de la salida de Suecia de la Unión de Kalmar.
Lope pensó que, si de verdad había un Dios, se llamara éste como se llamara, se había puesto de su parte y de parte de los intereses de la Corona y el Imperio.
Mientras los daneses se recuperaban del golpe sufrido por perder su seña de identidad de guerra más importante de los últimos tiempos, los suecos tendrían una oportunidad. Más tarde o más temprano, la superior fuerza de la Unión y la determinación del rey Hans acabaría con la debilidad de Suecia. Pero mientras eso ocurría o no, él ya estaría lejos de allí y las miradas de ambas naciones se centrarían en sus asuntos, olvidando otros intereses hacía el interior de sus fronteras. Así, el rey Fernando podría culminar con éxito todas sus ideas.
En esas estaba, contemplando el bullicio de barcas y gente, los gritos y el inmenso fuego que se había montado en la cubierta del barco, del que salía un humo denso y espeso que podía olerse desde dónde se encontraba, cuando vio al rey Hans y a algunos de sus asistentes más cercanos observar, desde un bote, cómo se hundía su gran obra, su orgullo, la salvaguarda de sus ansias de expansión.
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Podéis seguir a José Carlos Sánchez en Twitter: @jcsanchezwriter o en su web, EscriViviendo.
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