«La diagonal Alekhine», de Arthur Larrue

Por Guillermo Guillermo Lorén González @GuillermoLorn

«La increíble vida de Aleksandr Alekhine, conocido como «el sádico del ajedrez», «más inmoral que Richard Wagner y que Jack el Destripador», consagrado por el zar, perseguido por Stalin, esbirro de Goebbels.»


Aleksandr Alekhine se coronó campeón del mundo en 1927 contra el cubano J.R. Capablanca. Pero aquella no fue la única partida que recordaría durante toda su vida con especial emoción. También estaba la que jugó contra el mismísimo León Trotski en la cárcel, así como la que le hizo ganar un jarrón de porcelana que el zar Nicolás II le entregó en mano y con el que ya ha dado la vuelta al mundo dos veces.

Cubierta de: ‘La diagonal Alekhine’

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Cubierta de: ‘La diagonal Alekhine’

«Se acordó de aquella otra vez en Odesa. También allí había experimentado ese mismo poder. ¿Fue en 1919 o en 1920? El Ejército Rojo acababa de reconquistar la ciudad. ¿Cuántas veces hacía cambiado de manos? Alekhine estaba preso, encerrado en una mazmorra con un montón de pobres diablos vencidos por la fatalidad y el absurdo. Trotski tachó su nombre, que encabezaba la lista de los “espías blancos enemigos del pueblo”. Había preguntado si se trataba de Alexánder Alexándrovich Alekhine, el jugador de ajedrez, pero nadie había sabido responderle. Trostski quiso comprobarlo por sí mismos. Unos soldados escoltaron a Alekhine hasta un tablero con las piezas colocadas y un hombrecito con barba de chivo. Durante el encuentro no conversaron. Jugaron. ¿Cómo vencer a alguien que tiene tu vida en sus manos? Alekhine evitó darle mate cuatro veces. Tuvo que devanarse los sesos para ganar sin humillarlo. El jugador de ajedrez Trotski le dejó una impresión contradictoria: en conjunto, jugadas planas y sin duda aprendidas de memoria, animadas de vez en cuando por complicaciones brillantes pero inútiles. Al día siguiente fusilaron a toda la mazmorra y ordenaron a Alekhine volver a Moscú con un empleo de traductor gubernamental…».

Alekhine nació en la Rusia Imperial, pero consiguió la nacionalidad francesa cuando huyó de su país ante el imparable avance bolchevique. En 1939, cuando arranca la novela, está casado con Grace Wishar, una mujer rica que paga todos sus caprichos y que lo recoge del suelo cuando las borracheras le hacen tropezar. En realidad, los dos son alcohólicos, pero ella parece controlar mejor sus impulsos, mientras que él, cuando no está jugando al ajedrez, no hace otra cosa que no sea beber. Evidentemente, Alekhine no se ve a sí mismo como lo hacen los demás e incluso está convencido de que tener un «tercer ojo» que no sólo le permite ganar las partidas de ajedrez, sino que también hace que vaya por la vida «con la imperturbable serenidad de un caballero».
Alekhine vive obsesionado con el ajedrez. Todo lo analiza a partir de los distintos movimientos que pueden ejecutarse en el tablero: la guerra, las relaciones sociales, el amor… Pero lo cierto es que, si con la torre, el caballo y el alfil es un maestro, con la vida es un auténtico patán. Toma constantemente decisiones erróneas, depende absolutamente de su esposa, no sabe relacionarse con la gente… Y, lo más importante de todo, traiciona a sus amigos cuando más lo necesitan.

Alekhine visitó España en varias ocasiones. En La diagonal Alekhine, Arthur Larrue se centra en dos de sus viajes: el primero se produjo poco después de la publicación del artículo sobre la inferioridad de los judíos en el ajedrez. El ejército alemán le permitió participar en torneos por ese territorio neutral que era la península, y fue en Madrid donde concedió una entrevista a Valentín González, periodista de Informaciones, en la que explicó que los jugadores arios se caracterizan por su agresividad, mientras los judíos lo hacen por su conservadurismo, lo cual era, en su opinión, algo así como deshonrar el arte del ajedrez. El segundo viaje se produjo en 1943, cuando la balanza de la guerra empezaba a inclinarse hacia el bando soviético, y se prolongó durante dos años. Durante ese periodo, Alekhine llevó un diario en el que dejó buena cuenta de sus gravísimos problemas de salud, que provocaron su ingreso en un hospital, y de su arrepentimiento por haber escrito un artículo que habría de manchar su reputación por siempre jamás.

Arthur Larrue aprovecha su novela para reflexionar sobre los dos grandes rasgos de la personalidad de los genios del ajedrez: la competitividad y la locura. El primer aspecto queda reflejado a través de la negativa que Alekhine mantuvo durante más de una década a conceder la revancha a su gran competidor: el cubano J.R. Capablanca. Larrue aprovecha esta circunstancia para mostrar la diferencia entre ser un genio y ser muy disciplinado. La genialidad estaría representada por Capablanca, un hombre que parecía tener un don natural para el ajedrez, mientras que la disciplina lo estaría por Alekhine, que aprendió desde pequeño a suplir el talento con un control absoluto de las emociones y con un entrenamiento en el que nunca desfalleció.

Pocos ajedrecistas han tenido una vida tan polémica como el campeón del mundo Aleksandr Alekhine (1892-1946). De hecho, el compositor Harold Schonberg se refirió a él como «más inmoral que Richard Wagner y que Jack el Destripador». Y razón no le faltaba. Alekhine no sólo fue odiado por sus colegas por negarse a dar la revancha a su máximo rival en la candidatura al título mundial, sino también por los comunistas, que lo consideraron un traidor; por los franceses, que lo vieron como un colaboracionista; y por los judíos, que no le perdonaron que los acusara públicamente de pertenecer a una raza incapaz de jugar con nobleza al ajedrez.
El escritor francés Arthur Larrue reconstruye la vida de Alexandr Alekhine a partir de una ingente documentación que, no obstante, adereza con toques de imaginación. Además, el autor no ha escrito una biografía novelada que abarque toda la vida del ajedrecista ruso nacionalizado francés, sino que se ha centrado en sus últimos años. La diagonal Alekhine arranca en 1939, cuando el protagonista, que ya tiene 47 años y que ya es campeón mundial, abandona Sudamérica para regresar a una Europa en la que acaba de estallar II Guerra Mundial. A sus espaldas no sólo deja una larga serie de éxitos en los torneos de ajedrez, sino también una vida de hoteles de lujo -y de abusos alcohólicos- tan sólo empañada por las presiones que recibe para que conceda la revancha a quien, en opinión de muchos, debería ser el auténtico poseedor del título mundial: J.R. Capablanca.

Arthur Larrue también reconstruye en esta novela el destino de algunos ajedrecistas famosos que terminaron exiliados, empobrecidos o ejecutados por el ejército nazi. Las escenas en las que se recrea sus muertes son, probablemente, las más emotivas de La dialgonal Alekhine: Rudolf Spielmann, ajedrecista austríaco de origen judío; Akiba Rubinstein, ajedrecista polaco cuyas jugadas siguen estudiándose hoy en día; o Dawid Prsepiórka ajedrecista autodidacta que terminó la partida con un alumno justo en el momento de ser ejecutados.

Lee y disfruta de un fragmento de la novela.

(c) Raphaël Lugassy

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© Raphaël Lugassy

El autor:
Arthur Larrue nació en 1984 en París. Después de cuatro años dando clases de Literatura francesa en la universidad en San Petersburgo, publicó su primera novela acerca de la disidencia artística contemporánea en Rusia. Debido a este lanzamiento, tuvo que abandonar el país y desde entonces ha vivido en diversos lugares de Europa. Más allá de su propio trabajo narrativo, también ha traducido el clásico de Gogol La nariz. Los relatos de Larrue, además de sus dos novelas anteriores Partir en guerre (2014) y Orlov la nuit (2019), que han sido elogiados por la crítica gracias a su singularidad y se han traducido en seis países, se ubican entre lo poético y lo popular. Con su última obra, La diagonal Alekhine, devuelve a la vida a una de las grandes figuras del ajedrez de todos los tiempos.

El libro:
La diagonal Alekhine (título original: La diagonale Alekhine, 2021) ha sido publicado por la Editorial Alfaguara en su Colección Literaturas. Traducción de José Antonio Soriano Marco. Encuadernado en rústica con solapas, tiene 280 páginas.

Cómpralo a través de este enlace con Casa del Libro.

Como complemento pongo el audiolibro: La diagonal Alekhine de Arthur Larrue, narrado por Patxi Freytez.


Para saber más:
Arthur Larrue en Wikipedia.