Hace poco leía la noticia de que las operaciones estéticas han aumentado y una de las causas es la imagen que queremos proyectar en los medios: los selfies. Me impacto mucho este dato, así que escribí este relato.
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2015/01/150114_salud_selfies_aumento_cirugia_estetica_il
Señoría conozco mi delito pero debo decir en mi defensa que conociendo en todo momento la falta que cometía me vi empujada a realizarlo por una fuerza irresistible. Creo que si me volviera a ver en esa situación, volvería a hacerlo. Me sentía como una adicta, sin elección, siempre deseando que fuese la última vez y recayendo sin remedio. En muchas ocasiones, pensé que cuando lograra el resultado perfecto mi vida cambiaría, ahorraría dinero y no sólo no caería más en esa bajeza de “adueñarse de bienes ajenos”, como dice mi inculpación, sino que intentaría devolver el dinero. Luego pensaba que al devolverlo me autoinculparía y tal vez sólo debiera no volver a hacerlo, pero ¿de qué sirve que te cuente yo ahora todo esto? Ya es tarde, estoy delante de ti y me enfrento a una condena de hasta cinco años de cárcel. Mirándolo por el lado bueno puede ser mi clínica de desintoxicación.
No, vale, no protestes más, que no volveré con lo mismo de que es como una droga. Sé que no servirá para acortar la condena, pero yo sigo pensando que para mí lo era. Hay una expresión que decía mucho mi madre “es empezar a comer pipas y ya no puedes parar”, pues esto era igual para mí, pero cuando se te acaban las pipas, otra bolsa nueva vale un euro, cada operación me costaba el doble de la anterior y nunca era menor de doscientos euros.
No recuerdo como empecé a fijarme tanto en los desperfectos de mi propia cara, era incapaz de mirarme con buenos ojos. No sólo veía mis defectos sino que lidiaba con la belleza de miles de caras retocadas, o no, vete tú a saber, a las que deseaba parecerme tanto. Primero quise tener los labios un poco más carnosos y la verdad es que esa operación, si bien no es barata, tampoco es de las más caras y con mi sueldo de cajera en el Carrefour me lo pude permitir. Pero seguía sin estar lo suficientemente bella para enfocar un flash a menos de un metro de mi cara y enseñarme públicamente. Vi claro que el problema lo tenía en mis pómulos caídos y sin gracia. Siendo consecuente con mi capacidad económica lo primero que hice fue comprar un maquillaje que me costó un riñón y unas cremas que daban firmeza y realzaban los pómulos de manera natural. Después de un mes vi que aquello seguía igual y fue entonces cuando comencé a pensar en la operación, fui a la misma clínica que donde me operé los labios y la doctora me explicó muy amable la operación y me enseñó fotos de los resultados. Eso era lo que quería, yo necesitaba esos pómulos, necesitaba esa cara. Casi me caigo de la silla cuando me dijo el precio. Estuve dos semanas dándole vueltas, conté el dinero que tenía y no era tanto lo que me faltaba así que me decidí a pedir un préstamo en el banco. De esta forma me pagué la segunda operación, para que vea usted que siempre quise ir por lo legal pero no todos podemos escoger el buen camino y ser felices. Puede que yo en ese momento decidiera ser feliz.
El caso es que seguía sin gustarme, y comencé a buscar la imperfección que hacía de mi cara ese despropósito. Estaba claro que lo que necesitaba era agrandar los ojos. Vuelta a la misma maniobra, pregunta en la clínica, cerciórate de la operación adecuada y busca dinero. Esta vez cogí un poco de una caja y otro poco que me dejaron mis padres. Una y otra vez el móvil me devolvía una imagen que no me gustaba, daba igual el efecto, el contraste o la dirección de la luz, mi nariz formaba unas sombras horrorosas en mis labios, ¡Dios, la tenía enorme! La rinoplastia ya son palabras mayores y me costó todo un sueldo y un poco más de la caja pagarla. De aquellas ya debía dos alquileres a mi casera, los del banco comenzaron a preguntarme por el préstamo, solía comer en casa de mis padres y mis selfies seguían sin gustarme. Aquí fue cuando las operaciones comenzaron a ser una necesidad, porque no había llegado tan lejos para dejar mi proyecto a medias, y no son las operaciones a las que me refiero como drogas, son esas fotos malditas que siempre me devolvían unas bolsas bajo los ojos, una frente con zonas brillantes, unas orejas sobresalientes… Lo cambié todo y el día que no me reconocí publiqué mi foto de perfil en twitter, facebook, blogspot y whatsapp. Un día más tarde me echaron del trabajo y me explicaron que la policía me esperaba fuera del supermercado para llevarme a la comisaria.
Señoría me habeís pedido que cuente mi historia y así lo he hecho, no pido que me acortéis la condena ni pretendo daros pena sólo quiero que me entendáis y me dejéis entrar con ese selfie al que todavía no he encontrado desperfectos.
Publicado en MICROHISTORIAS