Esta película me ha dejado deprimido, indignado y sinceramente con una palabra indeseable que no pienso escribir por respeto a los niños y a Helen Lovejoy.
Con todo el relajo que está sucediendo en México, a mal tiempo me decidí ver la nueva obra de Luis Estrada, de la cual esperaba que fuese a la par en términos cómicos, igual o mejor que ‘La Ley de Herodes’ o ‘ El Infierno’. No puedo decir que fue una desilusión, más bien, es algo distinto a lo que nos tenía acostumbrados. Digamos que cambio la cantidad de algunos ingredientes de su fórmula, haciendo variaciones y entronques en especial con quien se ha vuelto su actor de referencia: Damián Alcázar.
La trama es un rompecabezas de eventos políticos que han marcado la vida política del país en los últimos años, pero en especial como nuestro Presidente de la nación construyó su futuro a través de los medios de comunicación. Tampoco es un misterio digno de ser revelado por Jaime Maussan, y eso lo saben los guionistas, por lo tanto intentan tejer una historia que permita darnos a conocer la corrupción detrás del poder y los nuevos métodos que utilizan para perpetuarlo.
Esta vez el objetivo de los creadores no es tanto hacer reír, si no que el público se enoje del engaño perpetuado por Peña Nieto y el consorcio de medios Televisa. No hay ni un gramo de compasión para la caracterización del Gobernador Carmelo Vargas (Damián Alcázar), quien se encarga de ser el homólogo del ‘copetudo’ en algún estado corroído por el narcotráfico. Se nota claramente el desprecio de los guionistas por el personaje, pero me hubiera gustado mayor profundidad en los factores que nos llevaron a tener un Carmelo. Es muy fácil dejarse llevar por el sentimiento y de inmediato tomar una antorcha para incendiar medio México, lo cual creo que si leemos la historia, ya se ha hecho antes con resultados dudosos de los que vivimos hoy en día.
Lo que necesitamos es entender que fue lo que nos llevo a tener un país de desigualdades y lamentablemente esto no sucede en este filme. Los otros encargados de llevar la trama, son los que rondan por los pasillos de Televisa o en este caso Televisión Mexicana (TV MX). Es aquí donde tenemos el ambicioso reportero Ricardo Díaz (Osvaldo Benavides) creando estrategias para cubrir las irregularidades del ‘Gober’, todo porque el alto ejecutivo de la empresa fue convencido por una alta cantidad de dinero en crear un paquete de medios con el objetivo de crear un candidato para la presidencia.
Otra vez, es muy fácil odiar y los encargados de la televisora son caracterizados como villanos de caricaturas que refunfuñan ante cualquier inconveniente. Nos hace pensar el libreto que la motivación principal es ambición, cuando la realidad de Televisa es una donde debe de mantener a sus inversionistas contentos y si eso involucra aumentar ingresos con campañas políticas. ¡Pues adelante! Teniendo las respuestas a la mano de un periódico, en donde a diario vemos los movimientos que hace el consorcio de Televisa con sus juguetes llamados Cablemás, Sky, Izzi; todo para aumentar rendimientos cuando la televisora no da para más, de nuevo los guionistas evaden lo que pudo ser algo de mayor contenido y profundidad que hombres hablando por el móvil planeando conspiraciones.
Al no tener un personaje central de la talla como lo fue en otras producciones Damián Alcázar, las escenas se vuelven extensas y con alto requerimiento de edición. Es solo cuando regresamos con Carmelo cuando la película recobra su brillo, pero es tan limitado su tiempo que su ausencia se siente. A cambio tenemos que soportar las “ideotas” del reportero Ricardo Díaz para hacer del estado del gobernador uno de progreso, alegría y uno donde el sol siempre brilla. El actor hace su trabajo al interpretar su personaje como uno enfocado en lograr su objetivo, más no tiene la presencia de Damián Alcázar para llevar toda la película.
La carencia de un héroe en este filme, es también algo que no le permite ser una experiencia más plena. La mayoría son villanos intentando manipular, si acaso tenemos la reencarnación de Cochiloco (Joaquín Cosío) como un diputado de oposición que intenta hacer el bien; su caracterización es demasiado ingenua y su fin resulta hasta masoquista. Es así que tenemos una producción donde los personajes no resultan tan interesantes porque sus motivaciones son absolutas y sin profundidad, haciendo los giros de una ingeniosa trama como el motor que nos lleva a un clímax interesante con el secuestro de dos niñas.
El desenlace para mi es donde esta el valor del filme porque deja de hacer inútil comedia y nos brinda una perspectiva nefasta de como se construye una realidad a través de las cámaras. Lo que pudo ser desastroso con la farsa de un noticiero que no es sencillo hacernos creer, se salva por la velocidad con la que transcurren los eventos en la última parte. Ni tiempo tenemos de pensar en lo falso que se ve el actor Saúl Lisazo como una versión light de Jacobo Zabludovsky, cuando la telaraña que se construye alrededor del sufrimiento de una familia intriga por las piezas que encajan en eventos ya conocidos.
‘La dictadura perfecta’ no la puedo considerar comedia, más bien es una crítica con el objetivo de hacerte despertar de una realidad constante. ¿Que si la visión de los creadores es correcta? No en todo, creo que fallan porque su sentimiento de ‘ardidez’ sobresale ante cualquier intento por profundizar en el origen de nuestros problemas. Tampoco quiero decir que mejor hubieran hecho un documental, pero al menos darnos algo con más contenido que perdure al momento de salir del cine.