Aunque Torrente no se cuida ni un pelo, Santiago Segura si que lo hace.
Pues tenía ganas de hablar de nuestro gran clásico. Si, ese tipo de hombre que todavía aguanta pero, que a este paso, ya está casi en extinción. Es un colectivo de hombres machitos, con todos mis respetos, que aguantan lo que les echen. Empiezan la mañana saliendo de casa en ayunas para ir a su bar de toda la vida donde les sirven, como cada mañana, su café con leche con azúcar de sobre o en terrones y su bocata de embutido y de ahí directos a trabajar continuando la maratón nutricional cuando a media mañana tienen que ‘repostar’ y lo hacen con una cervecita con cacahuetes y sus olivas (extra de sal y grasa) mientras esperan, su otro bocata, esta vez, de longanizas, lomo con queso o calamares rebozados (extra de más grasa y proteína animal). Después del duro trabajo digestivo, ellos siguen como si nada (envidia ocultada de sus mujeres) y llegan a casa para comer su potaje o cocido pero otros, por el estrés del trabajo, no pasan por el hogar marital o maternal y la alternativa es reunirse, varios de ellos, en los bares ‘menú’ donde comen un suculento ‘plato de caliente’, como ellos lo llaman, con su postre correspondiente (flan, natillas…) acabando con su carajillo y los más valientes lo rematan con un purillo. Los fines de semana es más de lo mismo, o más, ya que quedan con los colegas sobre las doce del mediodía para tapear, donde caen más de dos cervezas, varias tapas (sepia rebozada, chipirones, patatas bravas) y como no, el gran bocata y de ahí directos a la gran comida dominical de la suegra, que ésta tampoco se queda corta.
A estos hombres los considero machitos ibéricos porque tienen un aguante que pocos pueden superar (a excepción de los americanos), es como si su estómago no tuviera fin. Los más jóvenes de esta tribu aún se conservan bien pero ya los entraditos en años (y después de duros años de ‘trabajo estomacal’, se lo curran bien) ya se les empieza a ver el plumero con sus entradas, coronillas bien ‘pulidas’ (limpias en menorquín), sus barriguitas cerveceras, algunas tipo embarazo, donde el pantalón ya cuesta de abrochar o su piel grisácea y sebácea.
Estos machitos ibéricos tienen un estómago de hierro (o eso nos hacen creer), tienen fuego en su interior. Pero, desgraciadamente, muy a su pesar, las cosas han cambiado bastante a lo largo de los años y éstos son los que están haciendo cola en el médico de cabecera por sus nuevas dolencias donde se los envía directamente al del estómago. Son aquellos que sin ser conscientes, al principio, acaban con una retahíla de medicamentos en su botiquín casero como antiácidos, supuestos protectores de estómago y antibióticos para paliar sus festines o rituales que ellos consideran de lo más normal ya que es una rutina más a su vida diaria. Son aquellos que siguen quedando bien con los demás machitos, que siguen comiendo igual y a escondidas toman su medicación para paliar todos sus nuevos síntomas: acidez, estreñimiento, dolor de estómago, hinchazón, gases, hipertensión, colesterol alto, subidas de azúcar, dolores de huesos…
¿Dónde está el calamar?
Son aquellos que siguen pensando que no entienden cómo con sus cuerpos serranos y su robustez han llegado a esta situación tan precaria. Y piensan que lo de las dietas son una chorrada y que eso no les va a curar ya que tienen una visión muy equivocada por culpa de la publicidad de las farmacias (batidos supuestamente adelgazantes y sus pastillas) y las revistas de lo que es ‘estar a dieta’ en vez de plantearse el hecho de ‘comer bien’ y dejar de pensar que hay que morirse de hambre…
Todo esto podrían ahorrárselo si la materia más importante del local, el aceite, fuera de la buena, aceite de oliva primera presión en frío y no de palma refinado y reutilizado( Más info en El verdadero y auténtico aceite de oliva); podrían ahorrárselo si la segunda materia prima más importante el pan, fuera un buen pan, pan integral de levadura madre (Más info en El pan nuestro de cada día); y podrían ahorrárselo si la tercera materia prima no fuera rebozada y ahogada en litros de aceite pésimo que serviría para el coche. Y por último, podrían ahorrárselo si supieran encontrar el punto medio, si supieran escuchar a su cuerpo y ser conscientes de cuándo les dice que ya está, que ya es suficiente por hoy e hicieran caso a sus síntomas desde el principio y no dejarlos para más adelante porque su mente piensa que son chorradas o porque a ellos no les puede pasar ya que tienen un estómago que todo lo puede.
Con este artículo no quiero que se tome como una burla a estos hombres, ya que es una realidad bien grande que podemos ver a diario simplemente echando un vistazo en el bar de al lado. Lo que hago es una llamada de atención para que deje de ser normal este espectáculo diario y sea un tema serio a tratar ya que de ello depende nuestro bienestar y nuestra salud.
Muchos de ellos una vez dan el paso a cuidarse se sientan como que entran en otro mundo, como en otra dimensión donde se les bombardea con mucha información nutricional. Pero los que habéis estado en ‘mis manos’ ya sabéis que no es un camino fácil, que uno no se recupera de años de autoagresión en dos semanas, que es un camino de reaprendizaje, paciencia, constancia y mucha voluntad, que es un camino para volver a comprender por qué comemos y por qué es tan importante cada bocado que nos llevamos a la boca. Aquí, todo necesita su tiempo para restablecerse, regenerarse y para que el cuerpo vuelva a su estado natural que es la Salud.