La dignidad de un pueblo

Publicado el 23 junio 2016 por Francisco Francisco Acedo Fdez Pereira @Francisacedo

He seguido más, lo confieso, la campaña del referéndum británico que la española, quizá porque la local me hastíe en demasía y el resultado de lo que hoy suceda tendrá mucha más repercusión a nivel global. Amo esa tierra en la que estudié y con la que creé vínculos más fuertes con mi formación que con las gotas de sangre sangre inglesa, escocesa e irlandesa que corren por mis venas procedentes de mi rama portuguesa o las dos pequeñas propiedades que allí poseo, una en Suffolk y otra en Argyll, que me recuerdan un pasado muy lejano.Me ha decepcionado la campaña enormemente, los partidarios de la permanencia se han centrado casi exclusivamente en aspectos económicos basados en el más aterrador neoliberalismo y los de la salida en discursos nostálgicos con un preocupante transfondo xenófobo. He echado en falta por ambas partes un análisis profundo de los motivos que el Reino Unido tendría para permanecer o irse de esa Unión Europea por la que es sabido no siento ninguna simpatía y que con este referéndum de hoy demuestra que no nos une una cultura común, sino simplemente cuestiones materiales, con lo que poco tiene que ver con el concepto profundo de Europa. La relación de Gran Bretaña y la Unión Europea es compleja, pidió su adhesión tres veces, la primera en 1961, pero se encontró con el veto de Francia en 1963 y 1967, no realizándose su ingreso hasta 1973. Desde ese momento su relación con el Continente ha sido tensa y mirada con malos ojos por más de un estado y su decisión a permanecer fuera de la zona euro ha sido, sin lugar a dudas, su decisión más acertada, entre otras cosas porque pueden permitírselo. El Reino Unido, pese a quien pese, sigue siendo una potencia y mira más a su próspera Commonwealth que a la agonizante Unión Europea, nacida del carbón y el acero y barnizada con notas de Beethoven y discursos bienintencionados bajo el nombre de Carlomagno para cubrir su verdadera y única realidad que no es otra que una conveniencia económica. El internacionalismo es algo que llevo muy dentro, pero matizado por la voluntariedad de los pueblos y la soberanía sólo puede ser cedida, nunca impuesta, es decir de abajo a arriba y no al contrario. Una Unión Europea que ha impuesto a sus miembros reformas en sus constituciones con carácter forzoso y sin referendos, con el único fin de dejar las políticas económicas atadas y bien atadas me produce escalofríos. O mucho me equivoco y poco conozco a los británicos o esta noche ganará la permanencia por un margen estrechísimo, que superará ligeramente el cincuenta por ciento, al fin y al cabo son una gente pragmática y saben que estando sin estar será la opción más beneficiosa para ellos. No olvidemos que el resultado no es vinculante y que incluso ganado el No el mecanismo del efectivo proceso de salida, como mínimo, tardaría dos años en ponerse en marcha. Gran Bretaña tendrá muchos defectos, pero también enormes virtudes, entre ellas uno de los sistemas políticos democráticos más sólidos y flexibles que existen y sabe mirar muy bien a largo plazo. El referéndum de hoy es una prueba del fracaso de la Unión Europea que no ha sabido construir desde los cimientos, pero únicamente quienes tienen poder, recursos y fuerza, como es el caso del Reino Unido, pueden enfrentarse a ella y plantar cara a Bruselas. El resto ni podemos, ni nos atrevemos, nos limitamos a acatar servilmente directivas y directrices, con pánico a encontrarnos fuera de ese club nada selecto con el que, confesémoslo, casi nadie se identifica.La madurez política británica se materializa por segunda vez en poco tiempo, el referéndum escocés y ahora el europeo. Nadie se rasgas las vestiduras, excepto alguna notable excepción, Reino Unido carece de salvapatrias porque no hay ninguna patria que salvar, porque es bien sólida, pero es que ellos, a diferencia de la mayoría de estados europeos son una democracia madura que da sopas con honda a cualquiera. Yo si fuera británico sabría muy bien lo que hacer hoy, por el bien de Gran Bretaña y para poner a la Unión Europea en su justo lugar, aunque no me hubiera convencido el desarrollo de la campaña, pero al fin y al cabo, ¿a quién le influye una campaña electoral? Sólo a quienes carecen de ideas propias y sólidas y de una visión amplia del sentido de la oportunidad y el bien común.