La dignidad del maestro

Publicado el 20 febrero 2014 por Manuelsegura @manuelsegura

Hay una escena especialmente significativa en ‘La lengua de las mariposas’, esa conmovedora película de José Luis Cuerda, en la que un maestro de la Galicia profunda del 36 diserta con énfasis sobre la importancia de la libertad. Intuyo que aquel enseñante se formaría con el Plan Profesional de la Segunda República, aquel en el que “enseñaron a enseñar”, como recordaba José Castaño, 97 años, un educador también formado en tan truncado proyecto.

La función del maestro, algo desvirtuada en los últimos tiempos por razones varias, es de lo más esencial en toda sociedad que busque su progreso, si bien es cierto que la educación no termina nunca, como acertó a decir una vez Josefina Aldecoa. Cuanto mejores sean nuestros maestros, mejor serán los ciudadanos a los que instruyan, esos mismos que el día de mañana estarán llamados a dirigir el destino de sus semejantes.

Otro caso como el del maestro Castaño es el de Juan Carrión, también educador y nonagenario, en plena vigencia por su protagonismo en la historia de  ‘Vivir es fácil con los ojos cerrados’, la película de David Trueba, triunfadora en los últimos premios Goya. Son gentes que nunca perdieron la ilusión, algo que cuesta caro, que solía decir Juan Rulfo, quien añadía que quizá por ello le costó vivir más de lo debido. Castaño, soportando su destierro del mundo educativo durante 36 años e incorporándose en el 75 hasta hoy, y Carrión, embarcado en convencer a John Lennon en los sesenta para que sus alumnos pudieran motivarse aprendiendo inglés con las letras de sus canciones.

La de ser maestro es una de las vocaciones más fértiles que aún pueda haber, como la de ser médico y salvar vidas o, si se tiene la fe suficiente, supongo que la de ser cura o misionero y salvar almas. Sospecho que a Castaño y Carrión no los consideraría esta imperfecta sociedad que entre todos nos hemos dado como unos ganadores natos pero, en su caso, y en sentencia de un Borges siempre imprescindible, hay derrotas que tienen mucha más dignidad que una victoria.

['La Verdad' de Murcia. 20-2-2014]