No cabe duda que cuando uno decide militar en un partido político surgen afinidades que nunca son del cien por cien, a pesar de ello acepta un compromiso de apoyo y de colaboración. Con el tiempo, con los años, los compañeros en muchos casos son amigos, en otros meros acompañantes y se generan afectos a sus siglas, a su Historia. En los últimos tiempos quizás mi militancia en el PSOE se me haya complicado aún más y hago esta reflexión por si puede ser compartida por otros compañer@s. No comparto la forma en que el Gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero ha encauzado la crisis económica de los últimos años, especialmente a partir de los primeros vaivenes donde se dio marcha atrás a muchas medidas sociales y de libertades civiles que su gobierno había puesto en marcha. No comparto cómo se puede decir que es importante un Ministerio de Igualdad y luego quitarlo, una ayuda a la natalidad y luego quitarla, una postura contraria a la reforma constitucional y luego quitarla. No comparto la frase marxista (de Groucho, claro) "si no le gusta estos principios, no se preocupe tengo otros". Y qué hacer entonces, seguir la disciplina del partido, mientras se incumplen los principios programáticos del socialismo democrático, que conforman la base ideológica del Partido Socialista a lo largo de más de un siglo de existencia. ¿Qué deben hacer los diputados que estén en contra de la medida impuesta por los mercados de modificar la Constitución? Es el típico dilema "leninista" ¿Qué hacer? Hacer lo que conviene ¿a quién...?, porque si al menos conviniera a la organización, pero es que ni eso. ¿Hacer lo que te mueve tu conciencia, sabiendo además que te caerá el peso del aparato y la defenestración de cualquier lista electoral, como puede ocurrir con la corriente de opinión Izquierda Socialista? ¿Hacer lo que militarmente (como militante) te pide la organización? Es una pregunta clave de la que dependerá que haya o no haya referendum para que los ciudadanos al menos tengan la oportunidad de opinar sobre una reforma constitucional que recordemos es la ley de mayor importancia del país. En el fondo lo que late es el problema de la crisis del funcionamiento de los partidos políticos que no representan a la ciudadanía ni permiten cauces de opinión más allá de la mesa camilla de los dirigentes y las familias, que para el colmo se llaman aristocráticamente "barones". Los partidos no funcionan y en definitiva para qué ser disciplinado con algo que no marca la hora de la ciudadanía y que llama rojo a lo que sabemos que es azul. Dudo, luego existo. Si te gustó tweetéalo ...