"La cartelera española se empobrecerá; hay una enorme masa de películas de gran interés que, excepto en festivales o proyecciones marginales, el público español ya no va a poder ver. (...) El público español de cine de autor en salas irá desapareciendo a medida que se vaya quedando sin oferta... y eso es el peor aspecto posible de la globalización, porque nos vamos a quedar con un único tipo de cine que ver". Éste es el triste futuro que auguraba el presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas al anunciar el cierre de la primera distribuidora de cine independiente y de calidad de la que es propietario el propio Enrique González Macho.
La extinción de Alta Films, que lleva trabajando en el campo de la distribución, producción y exhibición de obras nacionales y extranjeras durante más de tres décadas desde su fundación en 1969, no sólo supone una dolorosa pérdida para la industria patria y los aficionados al cine de autor, sino que también significa el fin del sueño de una vida para su fundador y una de las más hirientes consecuencias que la subida del IVA, los recortes y la despreocupación que RTVE y el Gobierno mantienen en cuanto a la situación del sector en España, condenando al séptimo en particular y al arte en general, así como a los que viven por y para él, a un estrepitoso fracaso, por no hablar del porvenir de un cine nacional próximo a extinguirse.
Woody Allen, Michael Haneke, Steve McQueen, Paul Thomas Anderson, Atom Egoyan. Krzysztof Kieslowski, Nanni Moretti, Stephen Frears, Arturo Ripstein, Eric Rohmer, Michael Winterbottom, Mohsen Majmalbaf, Mike Figgis, Mike Leigh, Danny Boyle, Paul Auster, Roman Polanski, Steven Soderbergh, Michael Moore, Ken Loach…y un largo etcétera de grandes e internacionales cineastas han podido ser disfrutados gracias a la labor de Alta Films, que ha distribuído cintas del calibre de The Master, A Roma con Amor, Moonrise Kingdom, Shame, Un Dios Salvaje, The Artist, Los Chicos del Coro, Medianoche en París, Bowling for Columbine, y cientos de títulos más, a lo que hay que sumar el enorme esfuerzo por impulsar nuestro cine apadrinando obras de Iciar Bollaín, Fernando Trueba, Álex de la Iglesia y otros muchos directores y nuevas promesas nacionales.
"Hasta aquí hemos llegado, hemos resistido mientras se ha podido… pero la gente ha dejado de ir al cine, el DVD está arruinado y las televisiones, sobre todo la pública, ya no apoyan al cine español ni al cine de autor en general; así que intentaremos seguir, montando algo más pequeño, pero la verdad es que… hay poco que hacer", explica el presidente de la Academia de Cine, que se ha dado por vencido en su lucha por defender al séptimo arte. "La verdad es que yo me quiero ir", acabó confesando González Macho como un boxeador que se marcha derrotado en un ring en el que el peso pesado está capacitado para jugar sucio.
Un The End triste que es sólo un pequeño preludio del devenir de un futuro más cercano del que podíamos imaginar, que se presenta como un oscuro escenario en el que la producción española se estanque, los directores se vean obligados a desertar en busca de oportunidades en el extranjero, las salas sólo ofrezcan cine comercial made in Hollywood y el arte, además de homogénero, sea un lujo de primera clase al que sólo podrán acceder los adinerados. La España distópica se acerca, nuestro cine despaarce y lo peor es que los capitanes de nuestro bando ya están empezando a caer.