La División Azul

Publicado el 25 agosto 2015 por Alejandropumarino

En Mayo de 1.984 el que sería canciller alemán y uno de los artífices de la reunificación, el Sr. Kohl, visitó Toledo acompañado por el embajador Sr. J. Martínez.

En una de las visitas obligadas, el Alcázar, su director, de paisano, cuadrándose le dijo en correcto alemán al Canciller Kolh: “Sin novedad en el Alcázar señor canciller”. Kohl asombrado le preguntó cómo hablaba tan correctamente su idioma, contestándole el director, “luché en la División Azul”. Kohl, emocionado, le abrazó diciéndole, “es usted la primera persona viva que conozco luchó con aquella heroica División”. Y así, durante una hora, continuó en el bello idioma de Goethe, lo que no estaba programado.

La noticia fue publicada en 2.010 en un conocido diario de tirada nacional y no faltaron críticas, especialmente por parte del Sr. Anasagasti, que en otras ocasiones, había profesado su simpatía hacia el político alemán por motivos ideológicos.

La verdad es que el excanciller no confesó admiración alguna por la ideología nazi, ni por Franco, ni tan siquiera por la que profesasen algunos componentes de las fuerzas militares enviadas por la dictadura española en ayuda del ejército alemán; solamente calificó de heroica la actuación, al margen de otras connotaciones que suponen buscar el quinto pie al gato, harto difícil.

En el siglo II antes de Cristo, una ciudad española, Numancia, resistió durante décadas a la presión romana para su conquista; cuando Publio Cornelio Escipión, el africano lo consiguió, la mayoría de los hombres prefirió el suicidio a la esclavitud; tal opisición al imperio alcanzó fama suficiente para conocerse como “resistencia numantina” aquella que excede el límite que pudiésemos considerar razonable. ¿Fueron héroes los romanos que la sitiaron?. ¿En mayor o menor medida que los ciudadanos rodeados?. ¿Piensa alguien que cabría crítica actualmente a quien diese tal calificativo a uno u otro bando?. Desde luego, me parece que no. El tiempo, unos dos mil cien años, borra muchas cosas, y la perspectiva lejana de la historia antigua otorga cierto grado de benevolencia a la brutalidad de nuestros antepasados. Hoy en día, el holocausto nazi o las víctimas del franquismo, despiertan todavía sentimientos encontrados en generaciones solo relativamente próximas a los hechos acaecidos; la catarsis, más que nunca, es necesaria para mirar hacia adelante sin atavismos y valorando que igualmente cercanos, las limpiezas étnicas de Lenin o de Mao, parecen definitivamente enterradas en el olvido.