La doble moral

Publicado el 03 febrero 2012 por Abel Ros

Los valores del catolicismo han sido el compañero de viaje preferido del neoliberalismo occidental. Es precisamente esta correlación estadística entre los postulados católicos y la ideología conservadora, la que ha marcado el devenir histórico en  la identidad sociológica del partido popular. Después de dos meses en el sillón de la Moncloa,  las líneas invisibles que separan la fe y la razón se han vuelto a cruzar en el lienzo azul de las sotanas y los paradigmas transitorios de la ciencia.

La probable derogación de los mimbres progresistas del aborto y la supresión de la asignatura educación para la ciudadanía por parte de la derecha, siembra de semillas los campos discursivos de la ética. La libertad negativa como impronta  de la ideología liberal, o dicho de otro modo, la no intromisión en las habitaciones privadas del ciudadano como garantía de su poder de decisión, activan la contradicción en el discurso azul del aborto. La inminente prohibición legal de la interrupción  libre y voluntaria del embarazo,  pone los puntos sobre las íes en el error ideológico de la derecha. La doble moral, o dicho en otros términos, la ecuación falaz praxis igual a teoría ha sido la deslegitimación civil del discurso clerical. La clandestinidad de las prácticas abortivas en clínicas privadas de este país,  ante la falta diacrónica de un  instrumento legal para decidir en libertad,  ponen de relieve las distancias del partido popular entre la ética civil y la moral. Es precisamente esta falsedad  e infidelidad a los postulados de la fe católica las que invitan a la izquierda a la defensa de la coherencia entre el hecho y el derecho como una responsabilidad más del Estado constitucional.

La supresión de la asignatura educación para la ciudadanía por su supuesto ”adoctrinamiento político”, en polémicas palabras de Wert, pone el acento en el “adoctrinamiento negativo” de la nueva materia educación cívica y constitucional. La eliminación de contenidos referidos a la orientación sexual y a las diferentes realidades de convivencia familiar abren el mensaje latente de la omisión como instrumento pedagógico para inculcar la primacía de valores tradicionales,  nublados eso sí,  por los avances de la  modernidad. La inminente destrucción de tales contenidos, asociados al discurso de la izquierda,  así como, los miles de casos de objeciones a la obligatoriedad de la agonizante asignatura  retratan la crisis de la  ”tolerancia” como valor fundamental de la convivencia democrática. Una vez más, la doble moral que decíamos atrás, o dicho en otros términos, educar a los niños para vivir en consonancia con los valores de la religión católica en la España aconfesional, dejan abierta la puerta de la vergüenza a los tiempos del ayer.

Las políticas del “plumazo”, o dicho en otros términos, las consecuencias irresponsables de las mayorías absolutas arrojan acciones legítimas de esta naturaleza. Las construcciones progresistas del zapaterismo están siendo destruidas por el rodillo azul de la derecha. Es esta falta de respeto con los avances democráticos del pasado la que debe invitar a la crítica a reivindicar un ¡basta ya! al involucionismo actual. No podemos cruzar los brazos y consentir que leyes orgánicas aprobadas por mayorías progresistas sean derogadas en un “plis plas” por los abusos de poder de los presentes. El sondeo democrático por medio de estudios demoscópicos debería servir a las élites tóxicas del poder para abrir canales de reflexión en las antesalas de la derogación precipitada. Hoy la mayoría absoluta de don Mariano legitima el retorno a la restauración de  los tiempos bipartidistas que tanto criticó Galdós.

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