La doctrina del shock: el capitalismo del desastre (I)

Por Mourisimo

El libro de la autora canadiense Naomi Klein “la doctrina del shock: el capitalismo del desastre”, publicado en el año 2007, viene a ser de facto, la biografía no autorizada del capitalismo.

Mis sensaciones personales, dejando a un lado el cabreo que su lectura me provocó, es que es capaz de poner ante de nuestras narices, la injusticia, a cómo se han establecido las reglas del juego a día de hoy, poniendo luz y taquígrafos sobre las actuaciones de los seguidores de Milton Friedman, premio Nóbel de economía y gestador del capitalismo en la universidad de Chigago, durante los años 50 y 60.

Diría incluso que tiene un valor didáctico, al permitirnos reconocer entre las informaciones que recibimos al día, la voz del capital. Una vez leído, se pueden trazar muchas analogías con la situaciones que vivimos actualmente.

La autora pone encima de la mesa una serie de patrones que se han ido repitiendo a lo largo de la historia y que desmontan la idea de que el capitalismo es un sistema que se impone desde la urnas, que es elegido. Se manifiesta, siguiendo unos parámetros bien definidos:

1-El Shock: puede ser de cualquier clase, desastres naturales (Katrina, tsunami en Indonesia…), represión brutal por parte de una dictadura, 11 de septiembre, crisis económica (¿os suena de algo?) El Shock, pone a la nación en la posición de necesidad que aprovecharán los seguidores de Friedman para hacer que, planteamientos que antes de la crisis eran políticamente improbables, se vuelvan políticamente inevitables.

efectos del tsunami en Indonesia

Medidas profundamente impopulares, se convierten en opciones irrenunciables en situaciones de desesperación.

Para llegar a conseguir esto, es necesario crear una tabla rasa, sobre la que construír el nuevo modelo. Es más fácil domesticar un pueblo que ha perdido sus señas de identidad (permisividad en el saqueo de los museos de los iraquies), que está paralizado por el miedo (ejecuciones de disidentes durante la dictadura de Pinochet) encauzando un malestar o una corriente de opinión para introducir estas medidas (11 de septiembre, Guerra de las Malvinas que sirvió a Margaret Tachert para levantar una popularidad que estaba por los suelos y para aplicar, curiosamente medidas más impopulares aún) o que ha sufrido algún tipo de catástrofe (tsunami en Indonesia, que permitió reemplazar los pueblos de pescadores por lujosos complejos hoteleros. Esta gente no ve las catástrofes como tales, sino que para ellos son oportunidades).

La torturas sistematicas realizadas en Irak (anteriormente experimentadas en otros países cómo Argentina o Chile), son la génesis, según la autora, de esta idea del shock, sólo que trasladado a nivel del individuo.

Las privaciones sensoriales (gente encapuchada en Guantánamo), el dolor físico, la incomunicación (tanto de sus familias como del resto de presos), los electroshocks (cárcel de Abu Ghraib, privada por cierto, el gobierno no tenía siquiera la capacidad para controlar lo que allí pasó, de haber querido), son un método más que probado, para luego hacer a estas personas “renacer”, reencarnados en sujetos ejemplares, las secuelas no son importantes. Lo novedoso del libro es que pone en relación las torturas con unas finalidades concretas y no con actos meramente cruentos e intolerables.

y si no hay crisis la creamos como en Irak

2-Llegados a este punto, los neoliberales se presentan en el lugar en cuestión, para apoyar una toma de medidas:

  • Desregulación de los mercados: primará el interés de los mercados sobre el de la inmensa mayoría  de los ciudadanos. Si en la situación anterior, el estado establecía una serie de controles, los que fuesen, sobre los precios de productos de primera necesidad por ejemplo, estos han de ser abolidos, por suponer un límite a las ganancias.
  • Privatizaciones en masa: y cuantas más mejor, las empresas estatales, las de todos, se venden, en muchas ocasiones por cantidades ridículas y así se consuma el milagro capitalista, el estado=todos, financia intereses exclusivamente privados, con lo cual la distribución de la riqueza se convierte en un recuerdo, pasando todo el dinero a manos de unos pocos que se presentan cuan mesías salvadores de la situación.

Exigencia de recortes en el gasto público, los espacios que antes ocupaba el estado han de pasar a manos privadas, con intereses que a partir de ese momento nada tendrán que ver con el interés común. No hay nada no susceptible de pasar a manos privadas ya que con todo se puede hacer negocio: sanidad, pensiones, educación… El estado se convierte en el cajero automático de las empresas

Continuará…..