La duradera rivalidad entre el rinoceronte y el elefante

Publicado el 30 noviembre 2019 por Tdi @RLIBlog

Algunas especies de animales suelen emparejarse en enfrentamientos, tanto habituales como improbables, ya sea porque son amenazas mutuas o porque encabezan la cadena trófica de su ecosistema y resulta atractivo debatir quien vencería en un combate (p.ej. tigres vs. leones). Una rivalidad que suele pasar desapercibida, pero que, aún así, tiene una sutil pero constante presencia en los medios es la del rinoceronte y el elefante.

Como el tigre y el león, grandes felinos hipercarnívoros, el rinoceronte y el elefante tienen características comunes: ambos son mamíferos robustos y de gran tamaño que comparten el mismo hábitat. Es cierto que ambos animales pueden encontrarse ocasionalmente, pero ¿por qué es habitual recordar esta rivalidad? Al fin y al cabo, podrían estar enemistados con otros grandes mamíferos, como hipopótamos, jirafas o búfalos de agua.

Primeros contactos registrados en la época clásica

Durante la época clásica (300 a.C.-250 d.C.), los griegos y romanos tuvieron contacto con rinocerontes, principalmente africanos, apareciendo ocasionalmente en los anfiteatros de Alejandría y Roma, peleando contra hombres y otras criaturas. El primer rinoceronte expuesto, según Ateneo (c. 201), lo hizo en una exhibición en Alejandría en el festival de Dionisio, coincidente con el ascenso de Ptolomeo II Filadelfo. Agatárquidas ofrece la descripción más antigua conservada, datada del 130 a.C. Es él quien revela que el elefante y el rinoceronte se disputan el pasto, añadiendo que el segundo afila su cuerno y lo clava en el vientre del primero. Además dice que el rinoceronte tenía la misma longitud que el elefante, pero que sus patas de color de boj eran más cortas.

Esta descripción sería repetida 30 años después por Artemidoro, acción que también realizarían Diodoro Sículo, Plinio el viejo ( Historia natural VIII, 29), Dión Casio y Claudio Eliano ( Historia de los animales). Estrabón no estaba de acuerdo con la descripción, diciendo que su color no era de boj, sino similar al elefante, y que no coincidían sus longitudes. Decía que su altura era la de un toro y su forma la de un jabalí, especialmente por su cabeza, con excepción de su colmillo. También describe dos pliegues de piel de la espalda al abdomen a la altura de los hombres y el lomo. En este caso, probablemente esté describiendo un rinoceronte indio enviado a Roma. Posiblemente fuera el mismo que, según Suetonio ( Vida del divino Augusto, 43.4), trajo Augusto para exhibirlo en el Campo de Marte junto a un tigre. Según Floro, fueron regalos de gobernantes indios.

Este no sería el primer rinoceronte llegado a Roma, ya que Plinio describe uno en los juegos de Pompeyo Magno (55 a.C.). Dado que la fecha coincide con la restauración de Ptolomeo XII, posiblemente fuera un presente por su asistencia, dado que la mayoría de los rinocerontes que llegaban a Roma procedían del sur de Egipto. Dión Casio, aunque dice erróneamente que el primer rinoceronte llegó a Roma el 29 a.C. para celebrar la anexión de Egipto, manifiesta que en el 8 d.C. un elefante derrotó a un rinoceronte en el anfiteatro. Los textos clásicos describen combates de rinocerontes con uros, bisontes y leones. Según Historia Augusta, el último rinoceronte mostraro en Roma llegaría tras el triunfo persa de Gordiano I y sería mostrado en el 248 d.C. por Filipo del árabe.

La disputa puesta a prueba

Durante más de un milenio, Europa no volvió a ver ningún rinoceronte. Se equipararon a los unicornios y se consideraron una bestia mítica. Como ocurrió con el avestruz que ocultaba la cabeza, durante siglos no se discutió los relatos de los textos antiguos. Sería Manuel I de Portugal quien pondría a prueba la rivalidad. Para ello usó un rinoceronte que llegó a Lisboa el 20 de mayo de 1515, obsequio diplomático en una negociación fallida entre Afonso de Albuquerque, gobernador de la India portuguesa, y el sultán Muzaffar Shah II, gobernador de Cambay. El rinoceronte, llamado Genda, y su cuidador indio, llamado Ocem, partieron de Goa en enero de 1515 a bordo del Nossa Senhora da Ajuda.

Tras 120 días de viaje, por el que cruzaron por el cabo de Buena Esperanza y pararon en Mozambique, Santa Elena y las Azores, el rinoceronte desembarcó cerca de donde se estaba construyendo la torre de Belém, en cuya fachada oeste se mostrarían gárgolas bajo las ménsulas con la figura del animal. La llegada del rinoceronte causó gran expectación tanto en eruditos como curiosos.


El rinoceronte fue alojado en el palacio de Ribeira. El 3 de junio, Domingo de Trinidad, Manuel organizó una pelea entre el rinoceronte y un joven elefante de su palacio de Estaus. Sin embargo, el combate fue un fracaso, ya que, cuando el rinoceronte avanzó lentamente hacia el elefante, este huyó despavorido asustado por la ruidosa multitud.


El rinoceronte acabaría en Roma como obsequio al papa León X para mantener las concesiones papales a las nuevas tierras del lejano oriente. No era el único animal que había recibido, ya que el año anterior recibió a un elefante indio blanco al que llamó Hanno. Sin embargo, el rinoceronte murió ahogado cuando una tormenta hizo naufragar su barco en Porto Venere. El cadáver se recuperó en Villefranche-sur-Mer y su piel se mandó a Lisboa, donde fue disecada.

Enemistados en todos los continentes del Viejo Mundo

Existe una leyenda persa que relata el choque entre el solitario karkadann y el elefante que, sin conocer que el primero prefería vivir aislado y era malhumorado, se acercó a él. En su primer contacto, el odio fue instantáneo. El elefante agitó sus orejas y bramó con su trompa, mientras el karkadann pisoteaba el suelo y afilaba su cuerno contra una roca cercana. Cuando se aproximaron, el rinoceronte esquivó los colmillos del elefante y este, asustado, levantó sus cuartos delanteros exponiendo su vientre. Herido, el elefante cayó sobre su agresor. Cansado por la pelea y cegado por la sangre y grasa del paquidermo, el rinoceronte dejó de moverse. Entonces descendió un gran ave que se llevó a ambas criaturas a su nido, donde sus crías se alimentaron de su carne.

¿Qué era el karkadann?

Inicialmente, el karkadann era un rinoceronte, como reflejan las descripciones del siglo X y XI. Sin embargo, en los siglos posteriores fueron cambiando sus descripciones. Su cuerno pasó de ser corto y curvo a largo y recto, situándolo en su frente. También adquirió propiedades médicas y se le asoció con las vírgenes. Es decir, terminó siendo un sinónimo de unicornio.

Criptozoología

La criptozoología considera la existencia del Emela-ntouka, un críptido anfibio, cuadrúpedo, pardo rojizo, de gran tamaño, cola reptiliana y un enorme cuerno en el morro. Su nombre significa en el idioma bomitaba "asesino de elefantes" o "comedor de las copas de las palmeras". También es llamado Aseka-moke, Chipekwe, Emeula natuka, Emia-ntouka en el Congo, Ngamba-namae, Ngoulou, Nsanga y Nyama. Con su cuerno destriparía a elefantes, hipopótamos y búfalos.

Por último, no quiero terminar sin recordarles como se contaba que los rinocerontes apagaban instintivamente el fuego.

Fuentes

  • Gowers, W. (1950). The classical rhinoceros. Antiquity, 24(94), 61-71.
  • Enright, K. (2008). Rhinoceros. Reaktion Books.