La ecografía que nos hizo respirar tranquilos

Por Lectoraprofeymama

Como todos sabéis, hace una semana tuvimos la ecografía de las 20 semanas, con la mala suerte de que nos tocara la profesional menos humana y empática del mundo. Mi marido, después de leer la entrada donde narraba esta experiencia, me ha recordado alguna fresca más que nos soltó y que yo no recordé al escribirla. Nos soltó una noticia que no sabíamos interpretar y que se negó a explicarnos: el bebé tenía unos quistes en el cerebro. La única aclaración que conseguimos de su parte era ya para expedientarla solo por eso: «es signo de inmadurez; si estuviera maduro ya lo habría “echao”». En fin, que nos dejó hechos polvo, y si no fuera gracias a que vivimos en la era de la información habríamos pasado la peor semana de nuestras vidas. Aún así, ha sido una semana bastante difícil.

Ayer, sin embargo, tuvimos una ecografía privada. Nosotros en principio no éramos partidarios de hacer demasiadas ecografías, solo las que fueran recomendables por motivos médicos. Pero decidimos hacer esta para quedarnos tranquilos ante un posible problema genético que hay en la familia. Menos mal, porque eso nos ha dado la oportunidad de consultar sobre esta reciente preocupación.

El doctor es un señor muy serio y extremadamente profesional. Nada de alborozos tipo «¡Ahí tenéis su carita!»; tampoco nosotros íbamos buscando eso. Estuvo completamente concentrado durante la hora y cinco minutos que duró nuestra consulta, nos proporcionó toda la información según la iba obteniendo y nos explicaba por qué la estaba observando… Fue justo lo que nosotros necesitábamos.

Lo primero, el doctor estuvo observando mis análisis y mi cartilla del embarazo. Me hizo algunos comentarios sobre el síndrome que tiene un familiar mío, que me dejaron claro que había hecho los deberes y conocía todos los rasgos y marcadores. Luego pasamos a la sala donde realizamos la ecografía.

Fue una ecografía bastante larga, duró en total 48 minutos. Sin embargo, agradecí al doctor dos cosas: la primera, que cada vez que necesitaba realizar una medición a través de la imagen retiraba el ecógrafo de mi vientre. Así, el tiempo de exposición del bebé a la ecografía fue menor. La segunda, que todo se veía a través de una pantalla estupenda que los tres compartíamos sin ninguna incomodidad, de modo que desaparece esa ansiedad habitual de la embarazada cuando ve la cara de concentración del médico pero no está viendo nada.

Además de larga, la ecografía fue detalladísima. Primero dio un rápido vistazo a la morfología general del feto (vamos, lo que haríamos todos, mirar el aspecto general, que tuviera dos brazos y dos piernas…). Y luego empezó a mirarlo todo en profundidad. Y cuando digo todo me refiero a TODO. Observó cada capa del cerebro, la formación y calcificación del cráneo, el tamaño y separación de los ojos, las medidas de la lengua y la mandíbula, el esófago, los órganos internos, los huesos… Nos iba explicando todo: qué estábamos viendo en ese momento, su medida y si era un valor normal. También nos indicaba si era un marcador de algún síndrome (no sabía, por ejemplo, que el síndrome de Down tuviera tantísimos marcadores), pero por suerte siempre terminaba con la misma coletilla: «este valor es normal».

Ahora sabemos que el riego sanguíneo es perfectamente simétrico en ambos lados del cerebro, que no tiene anemia, que la calcificación de sus huesos es la normal para este momento del embarazo, que la sangre circula perfectamente por los cuatro ventrículos de medidas normales, que el estómago funciona (esta vez estaba lleno), y también la vejiga y la vesícula, que tiene sus veinte deditos perfectamente formados… También sabemos que el riego sanguíneo en el cordón umbilical es perfecto, que hay bastante líquido amniótico, que la forma y tamaño de la placenta es ideal y que su disposición es anterior, aún algo baja, pero sin nada por lo que preocuparnos, pues normalmente sigue subiendo a lo largo del embarazo y sea como sea el bebé ya tiene sitio suficiente para salir sin interferencia de la placenta… Y otras muchas cosas que me resulta imposible enumerar porque fue extremadamente detallado.

También hubo momentos entrañables (pese a que el doctor era, repito, un señor muy serio): cuando le vimos la carita abrió la boca y empezó a tragar líquido amniótico; también fue para mí emocionante sentir sus movimientos en mi vientre y confirmarlo por la ecografía al observar sus bracitos y piernas moverse. Pero quizás lo más entrañable fue cuando le mirábamos el esqueleto y el doctor, siempre tan serio y midiéndolo todo con la ayuda de la máquina, esta vez se acercó a la pantalla para contar con el dedo que efectivamente el bebé tenía doce costillas a cada lado.

Respecto a los quistes que nos preocupaban, nos llevamos una sorpresa: la obstetra de la semana pasada estaba inspirada, porque marcó en el informe que los quistes se ubicaban en el lado izquierdo del cerebro y ahí no había nada. Luego descubrimos que en realidad los quistes estaban en el lado derecho (vamos, que la mujer no sabía ni distinguir entre derecha e izquierda), pero eran solo dos y de tamaño tan pequeño que el doctor se mostró algo sorprendido de que estuviésemos preocupados.

Lo que más se hizo esperar fue el tema del sexo. Tenemos un bebé tímido y fue muy difícil encontrar la posición para mirarle (y medirle, que el doctor no hacía más que tomar medidas) los genitales… Pero al final los vimos. Nuestro bebé es una niña preciosa. Estamos encantados con nuestra pequeña, que por fin tiene nombre. Somos muy felices.

Por cierto, según las medidas del doctor es muy grande para estar de 21 semanas, y no descarta que en realidad esté de 22 (a mí me extraña, pues confirmé la ovulación por varios métodos, así que me temo que la chiquituja viene grande). Mide 29 centímetros y pesa 500 gramos. La semana pasada nos dijeron 21 centímetros y 360 gramos, y no creo que haya crecido tanto en solo seis días. Y qué queréis que os diga, me fío más de este médico.

En conclusión, no podéis imaginar la diferencia de sensaciones entre una ecografía y otra. De esta hemos salido con una enorme tranquilidad y con toda la información (además, el doctor elabora un detalladísimo informe que nos entregará hoy). No hago más que confirmar lo que ya os comentaba la semana pasada: para una embarazada, recibir toda la información que necesita se traduce en tranquilidad, y eso es lo más importante.

Epílogo: justo al terminar de escribir esta entrada, recibo una llamada del hospital ofreciéndome la cita para ecografía y consulta con el especialista. No he sabido reaccionar en el momento, pero nos estamos planteando llamar para cancelarla (no sé si podemos). Ya tenemos información de sobra y nosotros no queremos un exceso de ecografías. Lo que nos preocupa es que no sabemos si después de esto mi embarazo ha sido calificado como de riesgo medio o alto… cuando hemos comprobado que la ecografía estaba bastante mal hecha.