La economía circular necesita ser ágil y ligera

Por Ecointeligencia @ecointeligencia

Quizás a muchos de vosotros os haya resultado curioso nuestro título pero, después de leer nuestra propuesta, seguro que coincidiréis en que el nuevo modelo que propone la economía circular gana mucho siendo ágil y ligero.

Antes de entrar en acepciones técnicas, por agilidad entendemos la cualidad de moverse con soltura y rapidez, y por ligero algo que pesa poco o que es veloz.

Con este punto de referencia nos vamos a introducir 2 metodologías de trabajo que se están utilizando en el ámbito empresarial y en el de gestión de proyectos. Nos referimos a la Agilidad (agile, en inglés) y al Lean (ligero, en castellano).

A primera vista sus planteamientos pueden resultar parecidos, ya que ambas comparten algunos principios fundamentales, como pueden ser, la orientación al cliente, la adaptación al cambio, las entregas rápidas a los usuarios, y la calidad y mejora continua de procesos de trabajo. Sin embargo, ni son lo mismo, ni son incompatibles.

Tanto Agile como Lean cuentan con herramientas muy útiles que pueden funcionar conjuntamente si se aplican de manera adecuada

A la hora de comparar ambas filosofías, hay que tener en cuenta que lean es una de las fuentes en las que se inspiran las diferentes metodologías ágiles.

La filosofía agile surgió a raíz del Manifiesto Ágil (2001) que supuso un cambio total en la forma de enfocar el desarrollo de software, aunque actualmente se ha ido extendiendo a muchas otras industrias, especialmente a aquellas relacionadas con el desarrollo de productos.

El término lean, sin embargo, empezó a usarse en Occidente mucho antes, concretamente en los años 80, para describir el sistema de producción de Toyota establecido en Japón desde los años 50.

Una característica que comparten ambas filosofías es la importancia que conceden a entregar rápidamente a los clientes un producto que les genere valor, es decir, que resuelva sus necesidades.

Así, lean y agile buscan constatemente adaptar sus procesos a los cambios en el mercado y a las necesidades de los clientes.

Hasta aquí llega lo que comparten, porque lean y agile presentan diferencias significativas.

Agile está orientada a la entrega de producto en funcionamiento, con utilidad para los usuarios, y que permita obtener una temprana retroalimentación de información (feedback)  procedente de los consumidores.

Lean se centra en lograr un proceso capaz de entregar el mayor valor posible al cliente con la mejor calidad.

Agile se basa sobre todo en las personas y sus relaciones, tanto en los equipos de trabajo como en el cliente, un respeto por los individuos que es herencia directa de lean. Por un lado, este marco de trabajo emplea equipos multidisciplinares que trabajan juntos durante todo el desarrollo del proyecto, producto o servicio, creando valor de manera incremental. Y por otro lado, se centra en el contacto con el cliente, que está presente en todo momento.

En este caso, la cultura del feedback es esencial, ya que el objetivo es entregar valor al cliente desde el principio, conseguir adaptarse a sus necesidades, y hacerle partícipe del avance en el desarrollo de su producto para que pueda introducir los cambios que considere necesarios.

Con estos marcos de trabajo, la implantación de la economía circular en nuestras organizaciones, en especial en las Pymes, se puede beneficiar de las facilidades que aportan en un entorno de cambio continuo.

Incorporar las filosofías lean y agile contribuye de manera notable a mejorar la calidad y los tiempos de entrega, permitiendo optimizar los procesos, mejorar la competitividad y la puesta en el mercado (time to market) de productos y servicios.

Adicionalmente, favorece el diseño sostenible de nuestras propuestas, incentiva la colaboración y el trabajo en equipo, orienta la organización a la mejora continua y pone el foco en las necesidades de los clientes.

En nuestra opinión, lean y agile suponen un importante punto de apoyo en la transformación digital de nuestras organizaciones, paso crucial para que conceptos como el de la economía circular o el de industria 4.0 tengan un impacto económico relevante que anime a su implantación.

Podemos decir que lean, sin perder de vista esta atención a los individuos, otorga una mayor importancia a la calidad y la eficiencia. Su objetivo es eliminar desperdicios y quedarse únicamente con aquello que aporte valor al proceso y, por tanto, al cliente. Es decir, hacer más con menos.

De esta manera, agile se inclina más por el desarrollo de un nuevo producto que resuelva una necesidad del cliente, mientras lean se centra más en mejorar el proceso para reducir tiempos de entrega y mejorar la calidad de los productos.

Por ejemplo, en el lanzamiento de un producto en agile se busca lanzarlo rápido y aprender de él a través de los comentarios de los clientes, mientras que en lean, se tiene en cuenta lo que el mercado demanda en ese momento y se elimina del proceso todo aquello que no ayuda a que el producto carezca de defectos.

Entonces, ¿cuál sería la clave para una economía circular ágil y ligera?

Pues estaría en implantar la economía circular combinando y adaptando las propuestas de estas metodologías.

Si tenemos en cuenta el entorno, podemos obtener pistas de cuando nos puede interesar una u otra.

Si se da el caso de un entorno con poca variabilidad y alta predictibilidad, cuyos niveles de demanda son elevados, lo más apropiado será adoptar la filosofía lean.

Por contra, en un entorno de alta incertidumbre, donde la demanda todavía no está establecida y el objetivo es testar un prototipo, resultará más apropiado utilizar agile, pues permite responder con mayor velocidad a los cambios derivados del feedback de los usuarios.

Un tema interesante que vamos a seguir desarrollando en ecointeligencia como parte de las herramientas y casos de estudio para que los modelos circulares sean una (pronta) realidad en nuestras organizaciones.

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