Existe un creciente consenso entre los jóvenes de que compartir nuestras cosas es algo bueno, positivo. Claro, eso suele chocar enseguida con la realidad brutal de la economía que nos han impuesto en la que se nos enseña que “tener cosas”: casa en propiedad, coche nuevo (preferiblemente cochazo), ropa de marca, buen puesto de trabajo, etc. Ahora, la economía neo-capitalista ha generado otro invento que ellos llaman la “economía del compartir”. Esto es, que usan la tecnología para conectar a individuos dispares en una suerte de empresa mutuamente beneficiosa para ambas partes o al menos, hacerte sentir bien.
Todos ya conocemos ejemplos de estas empresas: Uber y Airbnb son de los más famosos. Como en toda empresa con su origen en EEUU, suelen tener un vocabulario bastante ambicioso. Usan palabras como “revolucionario” y “movimiento” para hablar de sus empresas (valoradas en más de 20 mil millones de dólares).
El término “economía del compartir” tiene sus raíces en los años 90. Entonces al igual que ahora, la estructura de internet se tomó como modelo para la sociedad: una red de compañeros en vez de jerarquías dirigidas por hombres mayores de raza blanca en trajes grises. La versión actualizada está mas ligada al consumo; de hecho, ahora algunos le llaman el consumo colaborativo. Hay muchas empresas diversas dedicadas al tema, si bien es verdad que EEUU es donde más se está desarrollando esta cultura actualmente en algunos sectores.
Airbnb, tan popular entre huéspedes y propietarios, es el ejemplo más famoso de esta nueva forma de hacer negocios con la propiedad. Hay propietarios que peuden ganar hasta 75 mil dólares al año alquilando partes o todas sus casas. Los huéspedes por su parte adoran el servicio – mucho más barato que un hotel.
Pero el modelo no está exento de problemas. Existe un impacto real (aunque difícil de cuantificar) sobre el porcentaje de viviendas asequibles en ciudades codiciadas. En el estado de Nueva York, el fiscal general publicó un informe sobre este problema y el hecho de que gran parte de los alquileres de Airbnb son ilegales en Nueva York ciudad. El fiscal se dio cuenta además que muchísimos pisos se ponen en el mercado de Airbnb no por propietarios individuales sino por grandes empresas que compran esos pisos que solo usan Airbnb para comerciar con su piso, quitando entonces esos pisos del mercado de alquileres normal. Airbnb responde que su empresa ha prohibido los operadores comerciales y que su huella es demasiado pequeña (25 mil pisos) en un mercado de más de 2,2 millones de pisos.
Eso parece razonable, pero no me convence. Sí, es cierto que 25.000 propiedades es nada al lado de millones – pero solo había 68 mil DISPONIBLE en alquiler solamente en la ciudad de Nueva York donde hay millones de individuos buscando vivienda para alquilar. Luego hay otras deslocalizaciones más sutiles: hay jóvenes (en el caso de USA en su mayoría de raza blanca o familias acomodadas) que alquilan un piso en una zona digamos más “chunga” de Brooklyn sabiendo que pueden realquilar la habitación que les sobre para cubrir sus gastos de alquiler. Esto provoca que esos pisos salgan del mercado de alquileres y genere una zona más cara: en efecto, expulsando a los residentes más pobres del distrito, en general de piel oscura como ocurre en EEUU (ESPECIALMENTE EN NY).
Airbnb prefiere decir que es como una “comunidad”, no como algo puramente comercial aun sabiendo que facilita seguir destrozando los barrios pobres en ciudades como Nueva York y Los Angeles. Lo mismo está pasando en el centro de Madrid y Barcelona. Los propietarios están alquilando sus pisos a corto plazo, principalmente a “guiris” con mucho más dinero que los españoles (pues mal que les pese a algunos, los españoles son pobres en su mayoría y somos el México de Europa desde el punto de vista noruego, alemán, francés, etc). Así es como le gusta al PP: mano de obra muy barata en España, al servicio de ricos blancos del norte…preferiblemente rubios de ojos azules, pues no vaya a ser que vengan inmigrantes del tercer mundo a joderle el chiringuito al PP de Madrid.
Lo que pretenden está muy claro porque ellos mismos lo dicen. El director de relaciones con la comunidad de Airbnb, Douglas Atkin, escribió un libro sobre cómo las marcas tipo APPLE son como una religión para el consumidor leal. Su plan es convertir su negocio (cuyo principal motivo de existencia es generar beneficios capitalistas) en una organización parecida a una secta de pertenencia.
En el tema de los coches o taxis, tenemos Uber. Uber, una empresa que le encanta incumplir las leyes (porque eso de las leyes nacionales siempre es un estorbo para el empresario pirata). Actualmente en EEUU, Uber está metido en un escándalo porque el pasado mes de noviembre durante una cena fiesta en Nueva York, el VP de la empresa dijo a un periodista que estaba dispuesto a gastarse millones de dólares contratando a gente para buscar escándalos del pasado de los periodistas que se atrevan a denunciar a Uber. Quiso destruirle la vida a una mujer periodista, Sarah Lacy. Este fue el artículo que desató la ira de Kalanick, el fundador pirata de Uber. Kalanick, un delincuente en toda regla.
Pero como dice Lacy en otras intervenciones, esta no es la única agresión de la empresa contra las mujeres. En junio del 2014, un conductor de Uber secuestró a una mujer borracha en Los Angeles y la llevó a un hotel con intenciones de violarla, según la denuncia policial. En Uber, no controlan realmente el origen de los conductores ni sus cualificaciones ni sus referencias. Según Lacy, además, la dirección de Uber suele mofarse de las mujeres que denuncian insinuando que estaban “borrachas” o que “vestían para provocar” (como si eso justificara la violación). El fundador de Uber se llama Travis Kalanick y sus compañeros a menudo dice que es un “gilipollas”. Este tipo le dijo un periodista de la revista GQ (Gentleman’s Quarterly) que su éxito le había convertido en un imán para las mujeres, de tal manera que su empresa debería cambiar de nombre a “Boob-er” (tetas en inglés, pronunciado “buber”). No, no es broma. Lean, lean aquí.
Según la leyenda, Kalanick fundó Uber en el 2009 durante una tarde nevosa en París. Lanzó la empresa en San Francisco – una ciudad donde es muy difícil conseguir taxis porque hay unos límites muy estrictos en la cantidad de licencias. No fue su primera aventura empresarial. Este tipo sabe mucho de informática y es un programador – en 1999, fundó Scour.com mientras estudiaba en UCLA. Esta empresa fue demandada y en consecuencia tuvo que cerrar porque había cometido múltiples actos contra los derechos de autor. Al parecer, a Kalanick le gusta mucho compartir lo que no es suyo. Su segunda empresa, Red Swoosh, se dedicaba a descargar archivos legalmente a cambio de una tasa. La vendió en el 2007 y se hizo un pequeño millonario. Ahora es un gran “billonario” como dicen en USA.
San Francisco inmediatamente ordenó prohibir las operaciones de Uber en su ciudad, al carecer de las licencias exigidas por las leyes municipales. A Kalanick le encantó esta oposición contra su proyecto: a estos personajes que odian el estado y las leyes de protección laboral y al consumidor les encanta ir contra el estado, viven para incumplir las leyes. Son piratas de nacimiento. A partir de aquí Uber se va a otras ciudades. Al principio, Uber quería usar coches de lujo. Como dijo el propio Kalanick en una reunión “pulsaba un botón de las apps, salía un coche enseguida y ahora soy un chuloputas”. Lo de Uber ha sido una explosión: ahora tiene cientos de miles de conductores en más de 200 ciudades.
Pero hay muchísimo descontento entre los conductores de Uber. Ha habido varias manifestaciones de estos conductores en Los Angeles, Washington y en Europa (aunque ninguno ha llegado al extremo de los taxistas parisinos que han optado por atacar los coches de Uber, destrozando ventanas y lo que haga falta, ruedas, etc). Y es que, en Francia la gente no se deja pisotear en sus derechos republicanos constitucionales como, por ejemplo, en España. Aunque los defensores de Uber tengan razón en que faltan taxis en muchas ciudades, son los DUEÑOS de la flotilla los que más se benefician, NO los pobres conductores que ahora encima tienen que enfrentarse a un rival “low cost”.
Los conductores de Uber sufren sueldos miserables (y cada vez mas miserables). Muchos dedican 60 horas semanales a un sueldo que al final sale en unos 12$/hora después de los gastos (unos 10 euros por hora). Uber está constantemente buscando fórmulas para pagar menos. En Nueva York, la cosa está mucho más regulada como debe ser: todos los conductores de Uber deben tener permiso y certificación de la “Taxi & Limousine Commission” y todos los coches deben ser taxis normales o coches dedicados a este tipo de actividades. Es decir, no puedes usar un coche privado. En Nueva York, los conductores de Uber están más felices porque su fuente de ingresos está mas equilibrada y regulada estrictamente por la ley. Y es que, Nueva York es una ciudad civilizada, no una jungla anarcocapitalista. No es Texas, por suerte.
Los conductores reciben reputaciones de sus pasajeros y si no tienes una buena reputación, la empresa te “desactiva” (así es como dicen “despedir”). Un conductor denunció cómo los pasajeros usan este poder para vejar a los conductores, incluso llegando a las amenazas. Amenazas tales como “si no te saltas el semáforo, te voy a puntuar negativamente”. No existe ningún mecanismo para contestar este tipo de reputaciones negativas ni recurrir a un órgano que te escuche para borrar una reputación injustificada.
Necesitas tener un coche nuevo para usar Uber; si tu coche es demasiado antiguo, pueden desactivarte. Pero no te preocupes que en Uber son muy generosos, siempre para ayudarte. Han entrado en un acuerdo con, lee bien – nada más y nada menos que con el banco español SANTANDER, para ofrecerle préstamos a los conductores…restando las mensualidades de su paga mensual. Según los que han hecho los cálculos, los pagos ascienden a un tipo de interés del 21%. Te violan por detrás y por delante, cómo no. A eso le llaman, algunos, “ser emprendedor” pero los que sabemos de historia simplemente le llamamos explotación y un abuso que debe estar prohibido. Es una forma de esclavitud.
Todo esto tiene sus raíces en lo que algunos sociólogos llaman la “ideología californiana”. Es una “nueva fe” que surge de la fusión entre los bohemios culturales de San Francisco con los “yupis”. Es decir, es una mezcla entre el espíritu libertario de los hipis y el fanatismo empresarial de los yupis, un matrimonio sellado por su odio común contra el estado. La promesa era que a lo largo del tiempo, todos serían ricos y modernillos. Todo chupi guay.
La utopía tecnológica prometida a mediados de los años 90 fue realmente un producto del “baby boom”, con sus raíces en los años 70 en todo su capitalismo de izquierda hippy y mejorado por la ideología libertariana que surge a finales de los años 80. Estos nuevos hipis no son del garaje y los porros, son más bien del “lounge” fashion y las pastillas. Érase una vez en la que se pensaba que la tecnología iba a ampliar nuestras relaciones y hacernos más humanos, acabar con las recesiones económicas. Ahora, la tecnología simplemente te permite pillar un taxi de una manera que destrozas el ya de por sí paupérrimo sueldo de los taxistas. Te hace sentir bien, moderno, pero en realidad estás enriqueciendo a unos pocos y cargándote puestos de trabajo.
Pero es un círculo vicioso: tenemos una economía en la que los sueldos no han subido en años pero sí los costes de vida. Cada vez más se ve gente necesitada y se prostituyen en estas cosas porque necesitan el suplemento extra para completar su sueldo estancado. Mucha gente está en las mismas.
Esta economía del compartir en realidad es neoliberal (no liberal, ojo). Está totalmente dirigida por “el mercao” y nos convierte a todos en micro-emprendedores en un mundo hostil. Sus defensores dicen que ofrece “oportunidad” en este mundo de recesión y estancamiento. No tendrás seguro médico, ni días de enfermedad, ni un plan de pensiones, pero “tú controlas”, te dicen. ¿Quieres promover tu libro? ¡Pues conduce un coche de Uber! ¿No puedes pagarte el alquiler en un piso deseable? ¡Pues conviértete en agencia inmobiliaria!
Como dijo uno de los directores de Airbnb, la generación de ahora ve ser propietario como un problema. La gente joven no está ya orgullosa de sus casas o coches en propiedad; están orgullosos de su red social. En el futuro, quizá, la gente tendrá en propiedad aquellas cosas que quieren realmente o quieren ser responsables por algo. Y algunos piensan que lo que más valorarán los jóvenes de ahora no es tener casa sino su reputación, sus amigos y redes de contactos. No tendrás un puesto de trabajo, pero tendrás una “corriente” de ingresos suplementos que en la mayoría de los casos será más bien un goteo, no la torrente que te prometen algunos.
Malos tiempos.