La edición de La domadora de elefantes

Publicado el 08 diciembre 2015 por Elarien
Hay que ver lo que da un libro de sí, y no me refiero a la historia sino a todo lo que hay detrás, desde sentarse a escribirlo hasta el momento de publicarlo. No sé si esto solo me interesa a mí y para el resto resulto un tanto cansina pero, ya que he empezado, mejor termino de contarlo.
Después de recibir la sentencia del Lazarillo me puse manos a la obra para rematar el libro de La domadora. Lo había terminado apresuradamente para presentarlo al concurso y, desde entonces, no lo había vuelto a mirar. ¿El motivo? Me daba pavor descubrir los errores con los que me había atrevido a presentar mi obra delante de un jurado. Cerrar los ojos para no ver los fallos, por pueril que suene, me ahorraría la vergüenza, con sus obsesiones y pesadillas, hasta el momento del dictamen y, a fin de cuentas, era algo que no podía arreglar hasta entonces.
Corregir da pereza, mucha pereza, pero terminar un libro también produce ilusión así que, una vez había tomado la decisión, me puse a ello. Por supuesto había erratas (y no dudo que, aún tras la corrección, no se me haya escapado alguna). Mejoré la redacción de algunos párrafos, o eso pretendí, y añadí algún detalle. Le eché horas, aunque es tal la concentración que el tiempo se pasa sin darse cuenta. El golpe con la realidad sobreviene al levantar la cabeza, cuando una descubre no solo la hora que es sino que, además, está agotada. A veces es un House hipoglucémico el que me saca de mi abstracción al acercarse a preguntarme si esa noche no se cena.
Debía buscar la ilustración de portada del libro. Tenía que ser una imagen lo suficientemente antigua como para estar libre de derechos de autor, lo que suponía un factor limitante, había algunas preciosas que, por desgracia, no cumplían esa propiedad. Encontrarla no fue fácil. Láminas de elefantes había a millones pero ninguna me enamoraba. Finalmente, y gracias a las portadas de viejas revistas, encontré lo que quería: una ilustración vintage del Nature Magazine de Junio de 1932 firmada por Chevez Lange que es la primera que ilustra esta entrada. ¿Verdad que es bonita?
Gracias al iPhoto, al Vista previa y al Painter edité la imagen para adaptarla a los requerimientos de mi portada para la autoedición. Parece complicado pero no es así, con cada programa es fácil realizar algún paso e imposible, al menos para mí, que no soy muy ducha en estas lides, llevar a cabo otros, pero el uno suple los defectos de los otros. Mi técnica se basa en combinar lo que sé hacer en cada uno por el método del ensayo y error, y de estos últimos hay muchos. No obstante, al ser este el séptimo libro que me autopublico, ya tengo algo de manejo (no demasiado pero me apaño).
Es preciso hacer un resumen del argumento del libro para que vaya en la contraportada. Después de escribir un montón de páginas, reducirlas a unas líneas se antojaría una tarea sencilla, pero no lo es. Esa va a ser la carta de presentación y en un simple párrafo hay que conseguir hacer atractivo el libro, contar de qué va pero sin desvelar lo más relevante, aunque sí lo suficiente como para despertar la intriga del lector y que le apetezca leer la historia y, además, debe ser breve y, por supuesto, estar bien redactado. ¿Cómo iba a lograr todo eso? En algún caso, como en El trol, un fragmento del libro puede cumplir esa función. Sin embargo con La domadora no contaba con un párrafo de esas características. Los capítulos me dieron la clave. Muchos llevaban el nombre de las asignaturas con las que experimentaba mi elefante y esa fue la base que empleé para elaborar mi resumen. Este es el resultado: "En ocasiones tener una amiga a la que nadie más ve puede resultar bastante incómodo. El asunto se complica cuando, tras una visita al circo, esa amiga decide convertirse en domadora de elefantes. No se puede llegar a ser un buen domador si no se dispone de un elefante al que educar. Conseguir el animal es sencillo, no demasiado sensato pero sencillo. Compartir con él habitación requiere de toda la buena voluntad de las partes implicadas, y de mantener en la ignorancia al resto de los miembros de la familia. Educar al paquidermo es una tarea que requiere aplicación, entrega y un buen baño al terminar. Para aprender, no hay nada como las clases prácticas aunque controlar al alumno en las demostraciones de las distintas asignaturas es, sin duda, la parte más difícil." ¿Qué os parece?
El texto también necesitaba procesarse para acomodarlo al tamaño del libro, pequeño y de bolsillo, algo fácil de llevar para leerlo en cualquier parte. Eso significaba una nueva revisión del manuscrito con el ineludible hallazgo de nuevos fallos. Por desgracia, los ajustes de última hora pueden alterar la disposición de todo lo demás. Cada capítulo ha de comenzar en una página impar para que así quede a la derecha a la hora de leerlo. Una palabra más, solo una, pero mal medida, sin tener en cuenta el resto, puede aumentar la cuenta en una página y, de ese modo tan tonto, dar al traste con lo ya organizado.  Cuando eso se descubre después de cargar el archivo, diseñar la cubierta, escoger las características del libro y revisar las 190 páginas que lo componen, una a una, dan ganas de gritar de rabia.
El archivo para papel sirve también para Kindle aunque antes requiere algunas modificaciones (directamente no queda bien, lo sé porque lo he probado y me ha tocado recurrir a mi infalible método de ensayo y error). Una vez todo en orden, viene la parte económica: hay que poner el precio de venta (en el que te marcan un mínimo, que es al que procuro ajustarme). El escoger un precio para Kindle a partir de 2.99€ presenta una ventaja adicional pues ese libro puede ser considerado para entrar dentro de alguna de las promociones de Amazon y eso es un tipo de publicidad gratuita nada desdeñable. Por eso, en esta ocasión, me he decantado por esa cantidad (a ver si hay suerte y me eligen).