La Educación en la obra de Paulo Freire

Por Achristin

EDUCACIÓN

Para Paulo Freire no existe la educación, sino las educaciones, o sea, formas diferentes de que los seres humanos partan de lo que son, hacia lo que quieren ser. Básicamente, las varias “educaciones” se resumen en dos: una, que él llamó “bancaria”, que vuelve a las personas menos humanas, porque las aliena y las convierte en dominadas y oprimidas; y otra, liberadora, que hace que ellas dejen de ser lo que son, para ser más conscientes, más humanas. La primera es formulada e implementada por los(as) que tienen proyectos de dominación sobre otro; la segunda debe ser desarrollada por los(as) que quieren la liberación de toda la humanidad.
El impulso que lleva al ser humano a la educación es ontológico, o sea, proviene de su propia naturaleza: “Es en la inconclusión del ser que se sabe como tal, que se basa la educación como proceso permanente. Mujeres y hombres se convierten en educables en tanto se reconozcan como inacabados. No fue la educación que hizo educables a los hombres y mujeres, sino que fue la conciencia de su inconclusión que generó su educabilidad” (FREIRE). Como todos los seres de la naturaleza, los hombres y mujeres son incompletos, inconclusos e inacabados. Pero, a diferencia de todos los seres de la naturaleza, su ontología específica los hace conscientes de que son incompletos, conscientes de su inacabamiento, y de la inconclusión, impulsándolos hacia la plenitud, hacia el acabamiento y hacia la conclusión. Por lo tanto, para la educación, por la cual pueden superar lo que son (incompletos, inconclusos e inacabados) e ir hacia lo que quieren ser (plenos, concluidos y acabados).
De acuerdo con la teoría freiriana, la naturaleza humana puede ser identificada también por la esperanza: “Es también en la inconclusión (en que nos volvemos conscientes y nos insertamos en el movimiento permanente de búsqueda) que se basa la esperanza” (FREIRE). A propósito, citándose a sí mismo en este texto, Freire vuelve a recordar y refuerza esta última dimensión de la especificidad de la ontología humana: “No soy esperanzado por pura necedad, sino por imperativo existencial e histórico” (FREIRE). Y en la citación de sí mismo, substituye la expresión “imperativo existencial e histórico” por “exigencia ontológica”, lo que refuerza la idea de que su concepción de educación proviene de su concepción respecto a la singularidad (esperanzada) de la naturaleza humana.
En la perspectiva del educador pernambucano, la educación es también dialógica-dialéctica, porque es una relación entre educando, educador y el mundo, en el círculo de cultura, que debe substituir al aula en el caso de la educación escolarizada. Y, al contrario de la “educación bancaria”, el (la) educador(a) no es la mediación entre el conocimiento y el (la) propio(a) educando(a). “Ya ahora nadie educa a nadie y tampoco nadie se educa a sí mismo: los hombres se educan en comunión, mediatizados por el mundo” (FREIRE). En esta cita, se entiende toda la riqueza de la concepción freiriana de educación.
En primer lugar, a pesar de la doble negativa “nadie educa a nadie”, el(la) educador(a) es importante en la medida que “tampoco nadie se educa a sí  mismo”. Por lo tanto, el acto educacional es una relación de “do-discencia” —neologismo creado por Freire para expresar la simultaneidad y la mutualidad del enseñar/aprender/enseñar—, en que el educador(a) y educando(a) son sujetos estratégicos del proceso, en el cual el aprendizaje es el “principio fundador” del enseñar, y no al contrario. En segundo lugar, la pedagogía de Freire invierte la relación verticalista de la “educación bancaria”, que establece la primacía del(la) profesor(a) sobre el(la) estudiante, del enseñar sobre el aprender, de la comunicación del saber docente sobre el proceso de reconstrucción colectiva de los saberes de los(as) educandos(as) y del(la) educador(a). Finalmente se vale de otro neologismo, “mediatizados” —para no ser confundido con los diversos sentidos prestados al término “mediar”—, para enfatizar que la mediación no se da entre el(la) alumno(a) y el conocimiento, por medio del(la) profesor(a) , que actuaría como una especie de puente, sino entre ambos y el mundo. Así, la educación presenta una doble dimensión: política y gnoseológica. La dimensión política es la lectura del mundo, y la dimensión gnoseológica es la lectura de la palabra, de los conceptos, de las categorías, de las teorías, de las disciplinas, de las ciencias, en fin, de las elaboraciones humanas formuladas anteriormente. La dimensión política da los fundamentos de la dimensión gnoseológica (del conocimiento).
Para Paulo Freire, la educación es también praxis, esto es, una profunda interacción necesaria entre práctica y teoría, en este orden. Y, como consecuencia de la relación entre la dimensión política y la dimensión gnoseológica de la relación pedagógica, la práctica precede y se constituye como principio fundador de la teoría. Ésta a su vez, da nuevo sentido a la práctica de forma dialéctica, especialmente si fuera una teoría crítica, o sea, resultante de una lectura consciente del mundo y de sus relaciones naturales y sociales.
Autor: José Eustáquio Romão