En la mayoría de los colegios imparten cada año clases de educación vial. En el cole de Lucas lo hicieron varias veces, a veces iban los policías a darles una charla y ponerles vídeos; un año les montaron un circuito en el patio por el que debían circular respetando señales; se llevaban folletos y actividades para casa. Pero, ¿esa educación vial tiene que quedarse sólo en el colegio? Desde luego que no.
Que los niños imitan los comportamientos de los adultos es algo que sabemos todos. Y que por ese motivo deberíamos cuidar al máximo lo que hacemos y decimos, también debería ser algo obvio. Me hace gracia que cuidemos nuestras palabras en casa, nuestros comportamientos, y a la hora de salir a la calle se nos olviden todas las cosas. Estoy cansada de ver familias cruzando cuando el semáforo cuando está en rojo y van sorteando coches con los niños pequeños; familias cruzando por mitad de la calle cuando a escasos 20 metros tienen un paso de peatones. ¿Qué les estamos transmitiendo? ¿Qué educación vial es esa, en la que los niños copian las conductas de sus padres, que no respetan las normas peatonales?
Llevo tiempo observando un comportamiento que me resulta también harto preocupante, y es sobre el que quiero extenderme ahora. Los niños en los aparcamientos públicos. Y el poco control que ejercen los padres sobre ellos. Niños correteando entre coches aparcados, que no sabes cuándo pueden arrancar, madres hablando en mitad del parking mientras los coches tratan de rodearlos. Porque esto es lo que veo cada mañana.
En el antiguo colegio de Lucas hay un gran aparcamiento exterior, justo enfrente del colegio. El aparcamiento está rodeado de aceras, por las que la mayoría de madres y padres no transitan, sino que atraviesan tranquilamente el aparcamiento. Ir por la acera supondría solo unos pocos pasos más, pero para ahorrar, pasan entre los coches. Coches que en su mayoría han ido a llevar o recoger niños y justo en ese momento, están aparcando o saliendo. Yo he sido una de esas madres con coche, y he tenido que andar esquivando niños y padres para poder entrar o salir. O estar parada, con la marcha atrás metida, esperando a que la gente deje de pasar por detrás de mi coche. De verdad que me sentaba fatal, no tanto por tener que esperar, sino por ver cómo los niños toman como normal el hecho de pasar entre medias de los coches.
Recuerdo de pequeña que mi padre siempre hacia mucho hincapié en eso, nos enseñó a mi hermana y a mí a distinguir un coche arrancado y unas luces de marcha atrás, y siempre nos dejó muy claro que jamás deberíamos pasar por detrás de un coche con las luces de marcha atrás puestas, pues podría no vernos y atropellarnos. Por eso, cuando veo cada mañana situaciones como estas, me indigno. ¿Acaso esos padres no ven lo que están enseñando a sus hijos, acaso no ven que están poniendo sus vidas en peligro? Claro, la gente da por sentado que los de los coches debemos esperar y tener cuidado, cuando son ellos los que están ocupando el espacio de los coches.
Por suerte, este año Lucas ya no va al colegio y he dejado de pasar por ahí. Pero mira por donde, todas las mañanas sigo viendo las mismas cosas. Cuando llego al trabajo, con la reducción de jornada entro un poco más tarde y siempre aparco cerca de un colegio, donde también hay una gran zona de aparcamiento. Un poco antes de las 9 el lugar es caótico, coches que llegan al colegio, coches que ya han dejado a los niños y se van, padres bajando niños grandes y pequeños de los coches….y de nuevo, la misma situación, en vez de bajar e ir directamente a la acera, andan por mitad del aparcamiento, con el peligro que ello conlleva.
Todas las fotos que he puesto son fotos reales, tomadas en momentos en los que la gente cruza y anda por el aparcamiento de forma peligrosa, fotos tomadas desde mi coche, en distintas épocas del año y en los distintos aparcamientos que utilizo. Seguro que también habéis visto situaciones como estas, pero es que a mi parece que me persiguen.
Está muy bien que en los colegios les hablen de seguridad vial, en la guardería de Sara, por ejemplo, tienen un capítulo en el que un policía pita para que los coches paren y la protagonista y sus padres ya pueden cruzar. Está muy bien que tengan charlas con policías y juegos de educación vial, o que en la puerta del colegio haya policías cada mañana deteniendo el tráfico para que los niños crucen. Pero si después de esto, los padres no seguimos transmitiendo estos valores, si nada más cruzar por el paso de peatones nos metemos en mitad de un aparcamiento entre los coches, si en el siguiente semáforo cruzamos sin esperar a que el muñeco se haya puesto verde, si el próximo paso de peatones lo cruzamos en diagonal para ahorrarnos unos pasos, ¿Qué será lo que aprendan nuestros hijos? Les estamos confundiendo y como ellos nos imitan, pues harán lo mismo cuando sean un poco más mayores.
Confieso que a mí siempre me ha obsesionado ese tema. Quizás gracias a la educación que recibí por parte de mi padre de pequeña, quizás por el hecho de ser enfermera y haber visto varios atropellos de niños que me han partido el corazón, o quizás simplemente porque respeto las normas viales, pero nosotros no andamos por mitad de los aparcamientos, cuando vamos a un centro comercial y tenemos que andar por el garaje hasta la puerta de entrada, llevo a la peque en brazos y al mayor pegado a mi lado; cuando el mayor se tiene que bajar del coche por el lado de la calzada por algún motivo, me aseguro concienzudamente que no venga ningún coche antes de que abra la puerta; respetamos los semáforos y los pasos de cebra. Y eso es lo que aprenden mis hijos. Y eso es lo que hace el mayor cuando va solo por la calle. Y eso es lo que hará la pequeña cuando le toque ir sola también. Porque la vida de mis hijos es lo más importante y ponerla en peligro por cruzar mal no entra en mis planes.