En Primaria tuve yo una Enciclopedia de esas gordotas que tenían desde los ríos hasta la Historia Sagrada. Luego llegaron las fichas y la nueva pedagogía de la llamada EGB, y me tocó ser conejillo de Indias de los nuevos planes de estudio del BUP, y hasta de la carrera en la que también tuve que estrenar programas. Empezaron a llamar a los maestros con otros nombres y los libros se cambiaban cada dos por tres. Sin volver al régimen franquista de enciclopedia permanente para todo, si que debe existir una mínima estabilidad en la educación y que alguna vez se vea unidad entre los grandes partidos, unidad por un gran Pacto por la Educación, que termine de una vez de tantos vaivenes. Yo confío en Gabilondo, lo he escuchado en un par de entrevistas en RNE y realmente me parece un tipo muy centrado y muy empeñado en esta labor. Pero hoy, además, aquí en Andalucía he descubierto que hay mucha gente que pone piedrecitas, como los libreros, gremio que me parece respetable, muy respetable, pero equivocados si se siguen oponiendo a la gratuidad de los libros de textos, y que ahora se dedican, precisamente, a meterle caña en la prensa al Consejero, porque este ha decidido que "todos los años no se puede cambiar de manuales" y que la austeridad tiene que venir de todos. Pués claro, ¿para qué tenemos que cambiar todos los años de manuales docentes en los colegios? ¿tanto cambia la ortografía, la Historia de España, o los montes de Toledo? Me parece que hay mucho negocio en esto de la Educación y que ya está bien de que jueguen con ella los políticos, de oposición y de gobierno y los que se acercan a la Escuela a hacer el negociete de cambiar los libros para que los padres, o la Junta con dinero público, tengan que cambiar todos los años las portadas y cuatro cosas de los libros. Así que hoy dejo aquí mi apoyo al granadino Francisco Álvarez de la Chica, responsable de la Educación en Andalucía, porque pienso que lo que hace, pese al desgaste político de la crítica en la prensa, es bueno y va por el camino que todos queremos.