Entre los segundos que conforman el tiempo, se alza y se derrumba la efímera gloria de las cosas, y quizás, también de la misma vida. Stelmarch.
Último día del año; deambulando por la ciudad medio desierta de las seis de la tarde. Las calles sorben la media luz que aún las ilumina, pariendo sombras aquí y allá, y el aire de poniente, demasiado cálido para aquellas fechas, logra ascender los termómetros urbanos casi hasta los 17º. Siento como las sombras van apoderándose de las aceras, y los comercios escupen a los ojos sus artículos, tan repetitivos detrás del cristal que casi llegan a impresionarme.
Unas cuantas macetas de piedra salpican el pavimento gris llenas de pálidas flores de Pascua, a estas alturas ya ahogadas por la contaminación. Los adornos urbanos separan la calzada de las aceras. Tropiezo con uno al querer cruzar la calle deprisa…
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