Revista Comunicación

La empatía y la violencia de género en las noticias.

Por Marperez @Mari__Soles
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Con el aumento de asesinatos de mujeres por sus parejas o ex parejas en los últimos días, el panorama se está poniendo muy crudo para muchas mujeres. Aunque no está muy claro si realmente existe un “efecto llamada” que haga que esas noticias inciten a la imitación, me llama mucho la atención cómo las diferentes maneras de abordar los casos en los medios de comunicación y en las redes sociales, consiguen resultados tan diversos, y que no se hable de eso. Me gustaría mucho que se abriera ese debate; no sé por qué no se atreven, qué es lo que les da tanto miedo.

Sin ir más lejos, me gustaría poner como ejemplo los casos de La Palma y Cuenca: ¿por qué se hicieron tan mediáticos, en comparación con los demás? ¿Por qué se hicieron virales en las redes sociales y durante días no cesaron las condenas, las muestras de cariño y apoyo, los comentarios, los aportes de información sobre las víctimas y los presuntos asesinos, etc? ¿Por qué sabemos tanto de ellos y, sin embargo, absolutamente nada o muy poco de otras víctimas? ¿Por qué unas son más “interesantes”, en el sentido de que captan más la atención que otras? ¿Por qué algunas consiguen movilizar al mismísimo presidente, que hasta les dedicó un tuit, y a otras, en cambio, se las olvidó tan fácilmente? Desde mi punto de vista como simple lectora, espectadora, ciudadana “de a pie” o como quieran verme, la diferencia estriba en algo tan simple y tan humano como el hecho de que se publicaran sus fotos y sus nombres. Si mi memoria no me falla más de la cuenta, creo que, en ambas ocasiones, el cambio en las reacciones y la sensibilización se produjeron como consecuencia de que podíamos ver sus caras, ponerles un nombre, “conocerlas/os”. Es más fácil creer que algo tan horrible es cierto si tenemos esos datos para construir la historia en nuestras mentes y, sobre todo, para sentir un mínimo de empatía.

La rabia, el dolor, y cualquier otra reacción emocional no se consigue solo con los “qué, quién, cómo, dónde, cuándo” del periodismo habitual. Tampoco se sensibiliza a nadie diciendo el número de mujeres asesinadas. Son datos desagradables, sí, pero muy secos y fríos. No nos gustan, pero no son, tampoco, suficientes para provocar que, por ejemplo, la gente vaya a una manifestación o exija saber por qué hay maltratadores reincidentes en la calle, por qué se archiva el 80% de las denuncias sin hacer caso a las víctimas que piden amparo a la Justicia o por qué desde el 2011 hasta hoy se ha recortado ya un 37% de las ayudas. Los números (edad, fecha, número de hachazos, de disparos, de sartenazos, de golpes, de hijos, de novios, de denuncias previas…) solo sirven para una pequeña, insignificante y efímera muestra de rechazo o desprecio que no lleva a la verdadera indignación ni a la reflexión. No nos inducen a querer saber más, ni a ningún tipo de acción. Solo nos dejan como estábamos, y ahí, en ese cómodo lugar de nuestra indiferencia, es donde cohabitan los prejuicios, las creencias que nos han inculcado desde siempre y los “no es mi problema, no me incumbe, no tengo por qué hacer nada”.

En cambio, verles las caras, saber que se trataba de mujeres y hombres de carne y hueso, que caminaban por nuestras calles, que tenían vidas como las nuestras, que sus familias están ahí, que son reales, es diferente. Eso ya es harina de otro costal, ¿verdad? ¿Por qué, entonces, no se hace? ¿Por qué no se “humanizan” más las noticias de violencia de género? En lugar de esa cascada incómoda de información sobre asesinatos, que la mayoría se sacude como si fueran unas migajas que le ensucian el babero. Es típico eso de “¿otra? ¡Pero cuándo va a acabar esto! ¡A ver si el Gobierno hace algo ya de una vez!” y seguir como si nada, cuando solo nos enteramos de que “una mujer”, así, sin rostro, sin nombre, anónima, “sin molestarnos demasiado”. Pero cuando vemos su cara, podemos ver la diferencia a nuestro alrededor.

Me da la ligerísima impresión de que existe un oscuro interés en evitar ese momento en el que, por fin, la gente, la buena, la que quiere vivir en paz y que se respeten sus derechos, haga algo. El anonimato de las víctimas y de los asesinos solo sirve para que la violencia de género se mantenga donde siempre estuvo: en lo doméstico, de puertas adentro, donde solo valía la ley del cabeza de familia, rey de su casa, señor de sus dominios particulares y amo de su mujer. Se insta a las mujeres a ocultarse, a esconderse, a huir. Se prohíben la publicación de los datos de los condenados. No hay listas públicas de maltratadores, aunque se sepa (eso dicen) que son peligrosos porque no son reinsertables y que reincidirán mientras vivan.  Por eso, cada vez que leo u oigo eso de “rompe el silencio, habla, denuncia”, me parece una burla hacia nuestra inteligencia. ¡Pero si lo que menos se permite es que hablemos o que se hable de nosotras, a no ser, claro está, que se trate de alguna famosa!

Por eso, me encantaría que, entre las medidas contra la violencia de género que se estén debatiendo, se tuviera en cuenta esto. Las víctimas son personas; los maltratadores, también. Personas normales y corrientes que podemos tener muy cerca. Tratar esto como si fuera algo externo, frío, lejano, anónimo, solo consigue que mucha gente piense “esas cosas no pasan en mi mundo, en mi familia, en mi vecindario, en mi grupo” y no sean capaces de identificar un caso cercano ni actuar debidamente. Si se sacan a la luz las historias se podrá ayudar a muchísimas más mujeres a darse cuenta de si les está sucendiendo lo mismo y buscarán ayuda e información: ayudará a muchos hombres a darse cuenta de si están cayendo en ese patrón y, también, cambiar su comportamiento si no quieren acabar denunciados y repudiados por todos.

La violencia de género tiene que salir de las cuatro paredes de las casas. Tiene que romperse cada cadena, arrancarse cada mordaza, abrirse cada candado. ¡Hay que hablar claro y ponerle caras, nombres y apellidos!

Buenas tardes.


Archivado en: Feminismo, Mujer, Política, Violencia machista Tagged: 2015, empatía, mordaza, periodismo, silencio en violencia de género, víctimas de violencia de género
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