La energía de los alimentos, el prana

Por Mamaayurveda @MamaAyurveda

          Algo que en nuestra sociedad no está contemplado (ni por asomo) es que los alimentos que consumimos puedan tener energía propia. Y mucho menos que esa energía pueda influirnos en lo más mínimo. Apenas empezamos a aceptar que nosotros mismos tenemos energías, que hay un "algo" invisible, que no se toca pero sí se siente, que está ahí...
Pues bien, desde hace miles de años el Ayurveda sabe, afirma, que existe una energía o fuerza vital a la que llama PRANA. Está el prana global, es decir el que engloba todo el universo, que comprende todo, y el prana individual, el de cada individuo. Y precisamente éste se nutre principalmente del prana de los alimentos que ingerimos. Es decir, alimentamos nuestra energía personal con la energía de la comida. Por lo que es sumamente importante para conseguir o mantener una salud óptima tener en cuenta este factor a la hora de alimentarnos.
Desde mi experiencia personal os puedo asegurar que desde que empecé a fijarme en ello y a aplicar las normas básicas lo he notado muchísimo. Tanto a nivel físico como a nivel emocional.
¿Interesante verdad?
El tipo de prana que nos aportan los alimentos varía en función de varios factores.
Lo óptimo sería consumir productos lo más frescos posible, que hayan sido cultivados en la zona (no en otro continente, por ejemplo) y de temporada. Cocinarlos justo antes de consumirlos (las sobras no tienen prana y son muy pesadas de digerir).
Consumir alimentos sin prana por un largo período de tiempo conduce al malestar, tristeza, malhumor, enfermedad, y desequilibrios energéticos varios. Además de los problemas de salud que acarrea.
MUY IMPORTANTE:         Alimentos sin prana:
  • alimentos procesados, refinados, precocinados. Cuantos más procesos haya sufrido la materia prima menos prana tendrá. La comida pre-cocinada o enlatada no tiene prana. Todos los alimentos procesados y refinados (incluyendo azúcar, sal refinada, harinas, etc) deben evitarse o sustituir por otros más naturales y/o sin refinar. 
  • Alimentos fermentados: el pan y todas sus variedades, el tofu, los yogures industriales, etc, no tienen prana en absoluto. El yogur hecho en casa (la receta muy pronto en el blog), el pan sin levadura tipo chapatti (también próximamente) o con levadura pero hecho en casa, con productos de calidad, o comprado pero lo más natural posible y recién horneado, son buenas alternativas. Lleva más tiempo prepararlo pero la salud bien lo vale.
  • Alimentos cocinados con el microondas: este aparato destruye literalmente el prana de la comida. En la cultura occidental hay ya miles de estudios que advierten de lo nocivo de cocinar con él. Es muy importante evitar utilizar este aparato para cocinar o calentar alimentos para los bebés y niños. En mi caso llevo tres años sin utilizarlo y ya ni me acuerdo de que existe. Cuando voy a algún sitio en el que hay uno se me hace raro, me sorprende, pienso ¡es verdad, existen! ¡Haberlos haylos!
  • Los congelados: al congelar los alimentos pierden todo su prana. No pasa nada por comer algo congelado muy de vez en cuando, pero es preferible evitarlo habitualmente.
  • los transgénicos: los alimentos modificados genéticamente carecen de prana, además de los ya sabidos peligros que conllevan. Como digo siempre ojo con la soja, y el maíz es casi todo transgénico también.
  • Otro punto delicado es la carne (y derivados animales)... Al consumir carne de un animal que ha vivido toda su vida sufriendo, aterrorizado, sin ver la luz del sol, de manera anti-natural, etc, y ha muerto de una manera terrible la energía que nos transmite este alimento no puede ser nada bueno. Mi recomendación (basada en mi opinión personal y en lo aprendido en Ayurveda) es reducir el consumo de proteína y consumirla de origen ecológico. Es decir, comer menos, pero de calidad. Este tema será desarrollado próximamente en un post completo. 

Con todo esto no quiero decir que no se pueda comer jamás de los jamases comida así, pero si la inmensa mayoría de nuestra alimentación es correcta nuestro cuerpo podrá asumir algún desliz de vez en cuando, sin que ello perjudique a nuestra salud. Tampoco hay que volverse loco, pero sí acostumbrarse poco a poco a tener en cuenta este criterio. Al principio puede parece desmesurado o muy complicado, y lo digo por propia experiencia, pero una vez lo vas asumiendo, incorporado a tu manera de elegir, cada vez resulta más sencillo. Y al cabo de un tiempo estás tan acostumbrado que ya no concibes que pueda ser de otra manera.
Un detalle gracioso: cuando voy al supermercado la mayoría de los productos ¿el 90-97%? ya no me parecen apetecibles, de hecho ya compro poca comida allí, en cambio cuando voy al mercado ¡me vuelvo loca!.
Así que resumiendo: comida local, de temporada y fresca. Si es ecológica aún mejor. Y cocinada en el momento

**Nota: en mi caso, cuando empecé a ser consciente de estas y otras nociones, el cocinar y los alimentos tomaron otra dimensión, las prioridades y criterios cambiaron. Cuando implementas este tipo de cosas al acabar de cocinar sabes que le vas a servir a tu familia comida que les va a hacer bien, que no les va a enfermar, sino todo lo contrario. Y puedo asegurar que es una gran satisfacción. Y se torna una prioridad. Eliges con un criterio mucho más desarrollado.