Nunca llueve a gusto de todos. Pero quejarse es quizás la práctica más humana. Cada temporada, en las listas de lo mejor del año, en las nominaciones de los premios cinematográficos, echamos en falta alguna película que nos ha tocado la fibra, pero que ha sido 'inexplicablemente' ignorada. La razón, en realidad, debe ser sencilla: un intrincado sistema de votación se decanta, casi por azar, hacia unas películas determinadas. Este año, en los premios Goya, para mí, falta La soledad del domingo. Yo la habría nominado a mejor película, director, y actriz principal. Esto es fácil de decir. Pero para proponerlo, habría que especificar también qué películas, directores y actrices deberían ser eliminadas de las candidatas para hacer hueco. Está feo. Además, este año hay mucha calidad en el cine español, lo que justifica, parcialmente, la ausencia de una obra como esta. Sirva entonces esta pequeña queja, no para desacreditar a las nominadas, sino para invitar al lector a ver la película de Ramón Salazar. En ella encontraréis dos personajes femeninos complejos, mujeres de verdad, con defectos, enfrentadas entre ellas, pero también a la vida, a sus decisiones. Barbara Lennie, como Chiara, merecía una nominación por ese personaje cuyas intenciones se nos esconden hasta el final de la película, en un desenlace duro pero hermoso. La película es reposada, triste, pero dulce. La dirección de Salazar es elegante: marca un ritmo que busca que maduren las imágenes, las ideas y los sentimientos de los personajes, en el espectador. Muy cuidada visualmente, el director permite, al mismo tiempo, que sus actrices tengan espacio para desplegar su talento. Susi Sánchez está contenida pero espectacular, como el otro lado del espejo de la vida en el que se refleja Chiara. Merece estar nominada. La historia entre estas dos mujeres, el reencuentro entre una madre y una hija separadas demasiado pronto, es un relato maravilloso: la forma en la que Chiara comprime la niñez y adolescencia que no tuvo con su madre, en tan solo 10 días; los ecos de la infancia de Chiara en su hermana, que sí vivió con su madre, pero a la que adivinamos, también, abandonada; la madre se ve en su hija y viceversa -hipnóticas las escenas en las que cada una baila, sola- hasta llegar a la imagen de una paradoja temporal en la que comparten una fotografía imposible. Esta es una película sobre las decisiones que tomamos, las cosas que nos pasan, sobre perdonar y perdonarnos, sobre la 'memoria inmóvil', que puede atraparnos para siempre. Los premios y las nominaciones sirven para llamar la atención sobre las películas, sirva este texto para recomendar La enfermedad del domingo.