El dictamen a partir del que reflexiona la entrada es el siguiente: Los goles supernumerarios son inútiles. Posteriormente hay un excelente polisíndeton anancástico de las consecuencias que acarrean los goles supernumerarios, y una conclusión que en relación con los argumentos expuestos es aceptable y discutible. El problema es que discutir la conclusión sería aceptar que los goles supernumerarios son inútiles, y discutir el dictamen implica subestimar al público del fútbol enumerando una extensa lista de utilidades del gol supernumerario que el público del fútbol ya conoce. Sin embargo, el veredicto inconsistente sumado a la enumeración de consecuencias, y sumado a la conclusión, encubre otro dictamen que consiste en que el resultado es quien determina la utilidad de los goles, porque para reconocer los goles supernumerarios habría que esperar a que terminara el partido.
Éste es el modo en el que se instalan verdades inconfutables, se aceptan los refranes, se aceptan premisas falsas, y se las encubre, por error o por propósito, bajo infinitas series de aserciones. Desgraciadamente, hay que estar muy loco para publicar esta entrada que no tiene otro objeto más que el desahogo. De ahí mi desgano, mi pesimismo, mi frustración, mi retiro definitivo de la realidad y del fútbol.
Hablemos de música. Un abrazo de semifusa y hasta la próxima canción.
PD: Qué bien canta este tipo, ¿alguien sabe si da clases? Estuve buscando pero no encuentro nada. Bah, no sé si vive o algo...